Para Él o para nadie - Alfa y Omega

Para Él o para nadie

Jueves de la 3ª semana de Cuaresma / Lucas 11, 14-23

Carlos Pérez Laporta
Mosaico de Cristo. Iglesia Presbiteriana Shadyside. Foto: Tim Engleman.

Evangelio: Lucas 11, 14-23

En aquel tiempo, estaba Jesús echando un demonio que era mudo.

Sucedió que, apenas salió el demonio, empezó a hablar el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron:

«Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios».

Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Él, conociendo sus pensamientos, les dijo:

«Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues también Satanás se ha dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín.

El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama».

Comentario

«El que no está conmigo está contra mí». La expresión que utiliza en griego Lucas y que traducimos por estar conmigo remite en un sentido literal a la compañía. Por tanto, de manera directa habla de estar o no estar con Jesús, en su presencia. Solo después indica a estar a su favor. No se puede estar a favor de Jesús si no se está en su presencia, si no se está con Él. Y al contrario: cuando no estamos con Él, resulta casi inevitable no ir en su contra.

Prácticamente, todos los pecados provienen del olvido de la presencia de Dios. Cuando Cristo está con su presencia nos atrae hacia Él. Pero cuando su presencia queda difuminada en el quehacer cotidiano, tendemos a vivir divididos, contra Él y contra nosotros. Y «todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina». Podríamos decirle a Jesús, parafraseando un verso de Borges, «estar contigo o no estar contigo es la medida de mi vida».

Por lo mismo, dice Jesús, «el que no recoge conmigo desparrama». Siempre que no estamos sirviéndole a Él, nuestro día pierde su unidad y se desparrama. En el servicio a Cristo toda la vida se hace unitaria, porque todo tiene la misma meta: desde los detalles en apariencia menos trascendentales hasta las tareas más decisivas de la vida; o bien todo se hace para Él o se terminará por no hacer nada para nadie.