Padre Ismael, el sacerdote que ayudó a un suicida en el Viaducto de Madrid: «Es lo que hace la Iglesia: ayudar»
La semana pasada, un sacerdote y un seminarista madrileños saltaron a los medios cuando, junto con un repartidor, evitaron que un hombre se suicidara saltando desde el viaducto de la calle Segovia, en Madrid. Aunque varias personas se habían percatado de que un hombre había saltado la mampara protectora, el primero en actuar fue el padre Ismael Rojo, que empezó a hablar con el suicida. «Por la gracia de Dios, no estuve nervioso en ningún momento, lo viví con mucha tranquilidad, porque estaba seguro de que Dios iba a actuar y de que, si salía mal, yo había hecho todo lo que estaba en mi mano. Rezaba todo el rato, pidiéndole al Señor que el hombre no se matara. A él, le animé a no perder la esperanza y me ofrecí a hablar con él, a rezar con él, a confesarle. Quería manifestarle el amor de Dios. Pero el hombre no contestaba, simplemente me decía que quería acabar con su vida. Si no es por la intervención» del seminarista y el repartidor, que pasaron al otro lado de la mampara y lo detuvieron, se hubiera tirado. Para el padre Ismael, el éxito del rescate «fue obra de la Providencia y del trabajo de todos, que pasábamos por allí en el momento oportuno». Una vez superado el peligro, «cuando lo tranquilizaron, pedí permiso para meterme un momento en la furgoneta y darle la bendición».
En seguida se supo que el padre Ismael había sido ordenado el pasado 27 de abril. Con el sacerdocio recién estrenado, ve lo ocurrido como una faceta más de su vocación, «porque el sacerdote está para servir. Ha sido una experiencia más, aunque muy impactante, y mediática a mi pesar. Esto es lo que hace la Iglesia, llamar, servir y ayudar a la gente, en el día a día o en cosas extraordinarias. La Iglesia está llena de héroes, aunque muchos no saldrán nunca en televisión. Yo soy un sacerdote más». En este sentido, subraya la labor que realiza su parroquia, La Resurrección del Señor, en el barrio de Carabanchel, donde «vemos a diario situaciones extremas, por ejemplo como consecuencia del paro. La parroquia tiene mucha labor social, se trabaja mucho por los pobres, y estamos contentos de hacer todo lo posible para aliviar la pobreza material, y también la espiritual». Porque –añade– «la mayor caridad es transmitir el Evangelio y brindar la salvación de Dios a los hombres».
Estemos atentos a los problemas de nuestro prójimo
No es la primera vez que sacerdotes y seminaristas, dada la cercanía del Seminario Conciliar de Madrid, intervienen en un intento de suicidio desde el viaducto, o cuando éste ya se ha producido. El mismo Ismael, cuando era seminarista, vio varios casos. «Desgraciadamente, tuvieron un desenlace peor. En esos casos, siempre te queda rezar por esas personas». A la pregunta de qué se puede decir a una persona que ha perdido la esperanza, responde que «la vida sí tiene sentido. Por muy mal que estén las cosas, es un don que no podemos desperdiciar. Hay que buscar ayuda. Si tienen fe, que pidan ayuda en la parroquia. Si no, que se fijen en lo bueno y lo potencien, porque siempre es más que lo malo. Los cristianos tenemos ventaja, porque sabemos que Dios triunfó en la Cruz y, con su muerte, nos dio la vida». Por eso, en el sufrimiento, «nos unimos a la Cruz de Cristo». También recuerda que, en el caso de que se haya hecho algo mal, «siempre podemos pedir perdón, porque Dios no se cansa de perdonar».
También hace un llamamiento a cuidar unos de otros, porque «se puede hacer mucho». Por ello, invita a «estar atentos a los problemas y necesidades de nuestro prójimo, a fijarnos en esa persona que está triste. Quizá nuestro vecino, que hoy se encuentra solo, puede acabar así», pensando en acabar con su vida. En cuanto al hombre cuya vida ayudó a salvar, subraya que «lo importante es que esté bien, que encuentre personas y medios para reconducir su vida, y que no se haga sangre de él. Si yo pudiera hacer algo más por él, fenomenal».
Sobre el vídeo que dio a conocer su actuación, espera que «sea para mayor gloria de Dios y bien de las almas» y que sirva para que «la gente vea en la Iglesia un signo del amor de Dios, del Padre, por su pueblo». Desea también que transmita «esperanza a la gente, en estos tiempos. Que haya una buena noticia, caramba».