Hace unos días nos dejó el pionero de Proyecto Hombre en Málaga, el padre Benito Gil Yuste, de los Terciarios Capuchinos (amigonianos). Siento pudor al escribir sobre él, porque muchas otras personas le han conocido y rozado más que yo. Sin embargo, no puedo dejar de hacerlo, porque es un último homenaje a una persona que lo hizo todo por esta casa.
Nació en Teruel hace 80 años y era, haciendo herida de uno de los tópicos sobre maños, muy testarudo. Eso, que en principio pudiera parecer un hándicap, fue algo que, junto con su fe y amor al Evangelio, hizo que se empeñase en favorecer los cauces para impulsar la creación y asentamiento de Proyecto Hombre en Málaga. Y no fue fácil al principio. Él mismo lo explica en el libro que hicimos en nuestro 25 aniversario: «Nuestra sorpresa fue constatar que al principio no venía apenas gente, y a quienes se acercaban a pedir información les parecía muy raro un programa en el que el proceso de recuperación se llevara a cabo dentro de la familia y en el entorno social».
Han pasado 35 años de aquello. Y lo que ahora hay es fruto de las bases tan claras que sentaron los primeros presidentes en España, aunque no fueran comprendidas por la sociedad. A esto favoreció el empeño desmesurado del padre Benito y los resultados de tanta gente que volvió a vivir. Como decía en su funeral nuestra directora general: «Se ha honrado a Benito como religioso y como la persona extraordinaria que ha sido. Un hombre de gran coherencia y valentía, capaz de sostener para que otras personas encontraran su camino».
Yo, que tuve la suerte de rozarle los últimos años de su presidencia, le veía cada mañana recibir en su mesa a las personas que venían pidiendo ayuda. Y cada día acogía con las manos abiertas y con la mirada amorosa del encuentro a esas personas que venían rotas, etiquetadas, hartas, desahuciadas. Con paciencia y sin juzgar, ofrecía la esperanza e, incluso en ocasiones, la voluntad, para que volviesen al día siguiente. Muchas terminaron su proceso y retomaron su vida. Es hora de honrar la vida que tuvo. Es necesario honrar la vida que dio.