La expresión desarrollo integral es la idea central que se extrae de la encíclica Populorum progressio de Pablo VI. Hay varios aspectos implicados en esta expresión: en primer lugar, la Iglesia habla desde una visión global del hombre y de la humanidad (PP, 13). Hay pocas instancias de sentido que puedan ofrecer tal mensaje totalizante como llamada a la integración, al diálogo, al servicio de la humanidad.
En segundo lugar, buscar el desarrollo integral en el sentido que propone Populorum progressio, supone lograr un crecimiento económico, mejores condiciones de vida pero también crecer en humanidad, valer más y ser más (PP, 15). Esta dimensión integral del desarrollo es un reto constante en la humanidad: que personas y pueblos vean facilitado el paso de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas (PP, 20). Es un verdadero desafío antropológico que permanece en la historia de la humanidad. Hemos aumentado el bienestar material en las sociedades desarrolladas pero es también progresivo el malestar de muchos pueblos y grupos sometidos a todo tipo de carencias, en el ámbito personal y en la calidad humana de nuestras sociedades: indiferencia, abuso de poder, falta de libertad religiosa y política. Es la advertencia sobre la ideología del progreso. 50 años después de la publicación de esta Encíclica, ni los países occidentales ni los emergentes han sido capaces de asumir esa idea integral del progreso que debería garantizar un mayor acceso a la cultura y a la educación, mejores condiciones sanitarias, la participación política en libertad, el logro de los derechos humanos y la búsqueda de la verdad (algo que asumirá Benedicto XVI en Cáritas in veritate).
La otra dimensión fundamental del desarrollo es la solidaridad (a la cual dedica la segunda parte la encíclica). Populorum progressio propone luchar contra el hambre, contra las servidumbres, buscar la libertad pero con justicia (PP, 47). Es evidente la actualidad de este mensaje ante un mundo totalmente dividido entre pueblos ricos y pueblos pobres, oprimidos por la violencia de todo tipo y con grandes focos migratorios, de huida de la violencia y el hambre.
La Encíclica propone la constitución de un gran Fondo Mundial (PP, 51) que sea resultado de la reducción de los gastos militares. No está alejada esta propuesta de la ya famosa «tasa Tobin» con la cual, entre otros objetivos, se buscaría la corresponsabilidad del poder económico y financiero con el logro de mayores cotas de desarrollo para los países pobres. Ahora bien, la búsqueda de un fondo para el desarrollo (de no ser que fuera aceptado por toda la economía global) no debe olvidar la cuestión de fondo que denuncia Populorum progressio: la existencia de un desarrollo injusto como resultado de unas relaciones comerciales muy desiguales y en condiciones de libre intercambio sometidas a un desequilibrio ya estructural. En este sentido, es sintomático que países ricos como EE. UU. sigan estableciendo guerras comerciales con países emergentes y con la Unión Europea por la falta aparente de equilibrio en el intercambio comercial.
Fernando Fuentes Alcántara / Fundación Pablo VI