Pablo d’Ors: «Franz Jalics fue el mejor maestro que he conocido»
El autor de Biografía de la luz profundiza en el legado espiritual del jesuita húngaro fallecido hace un año en Budapest
«Me llamo Pablo d’Ors y soy discípulo de Franz Jalics», así comenzó el escritor madrileño su intervención este lunes en el acto de homenaje al jesuita húngaro organizado en la Universidad Pontificia Comillas.
«Quien encuentra un gran maestro también encuentra un gran tesoro. Yo, desde que le conocí, me siento un discípulo no solamente suyo, sino de todo y de todos, con una actitud cada vez más abierta y receptiva», subrayó.
D’Ors conoció a Franz Jalics, el autor de Ejercicios de contemplación –el manual de aprendizaje de oración contemplativa seguido por miles de personas en todo el mundo–, en noviembre de 2013 en Alemania. «La primera vez que me lo encontré pensé: “¿Para ver a este viejecito he viajado yo 3.000 kilómetros?”», reconoció el escritor. Después, durante doce días, compartió con Jalics varias conversaciones y profundizó en su método de oración, lo que impulsó a D’Ors a fundar el año siguiente la asociación Amigos del Desierto.
Jalics, que murió hace exactamente un año, desarrolla en su obra una forma de entablar un contacto simple, espontáneo y directo con Dios, a través de la oración contemplativa y la invocación del nombre de Jesús. «Tenía una gran fuerza de irradiación, que se notaba incluso cuando simplemente entraba en silencio en la sala», recordó Pablo d’Ors.
«Su secreto –según el escritor madrileño– es que encarnaba el hecho de que el trabajo espiritual no consiste en hacer, sino en ser». Para ello, «su camino fue escuchar, a Dios y a los demás», lo cual volcó en su libro Escuchar para ser: «no hay otro manual de acompañamiento comparable a este, porque Franz Jalics es el mejor maestro de escucha que he conocido», dijo asimismo.
Según el escritor madrileño, Escuchar para ser muestra que «lo único que necesitamos realmente es alguien que nos escuche y crea en nosotros. Esa es la fuerza de la autonomía personal. Podemos empezar a amar cuando somos amados».
Por eso, tanto escuchar a Dios en la contemplación como al prójimo en el acompañamiento a los demás «llevaron a Jalics al mismo punto: la luz. Yo vi su luz: tuve esa suerte y esa responsabilidad. En él comprobé que el silencio lleva a la luz».
«Su misión fue llevar almas a Dios»
Para el jesuita húngaro «lo que condiciona la evangelización no es meramente el contenido, sino la persona que tenemos delante y a quien queremos anunciar ese contenido», dijo D’Ors.
Por este motivo, «no solo era un maestro, sino un gran pastor. Su gran misión fue llevar almas a Dios. Ese fue el sentido de su vida. Él sabía que todos buscamos a Dios, de un modo o de otro, aunque mucha gente no lo exprese así».
Para Pablo d’Ors, «está claro que la propuesta de la Iglesia hoy no está funcionando. Hay algo que no estamos haciendo bien». La alternativa es «ofrecer un camino muy sencillo y directo para encontrar a Dios, como propuso Jalics, porque lo que nos ha alejado de Él es la complejidad».
Nacido en 1927, Franz Jalics era todavía un jovencito cuando vivió en primera persona el bombardeo de Nuremberg, durante la Segunda Guerra Mundial. Rodeado de escombros, y bajo el ruido atronador de las explosiones, experimentó de repente una profunda paz y abandono procedentes de Dios, una vivencia que buscó y que ayudó a encontrar a muchos a lo largo de su vida.
Al acabar la guerra entró en la Compañía de Jesús, que le destinó en los años 70 a Argentina. En 1976 trabajaba junto a otro compañero en una villa miseria en las afueras de Buenos Aires cuando uno de los llamados escuadrones de la muerte a órdenes de la dictadura los secuestró. Pasaron cinco meses bajo tortura y bajo la constante amenaza de la muerte, una situación que Jalics atravesó solo con la invocación del nombre de Jesús.
Tras ser liberado, dedicó su vida a estudiar y a profundizar en la oración contemplativa. En 1984 fundó una casa de retiros en Baviera, que atrajo a discípulos de todo el mundo para aprender su método. Murió el 13 de febrero de 2021 en una residencia para jesuitas mayores en Budapest.