Otra piedra en el zapato de la diplomacia vaticana
China niega haber roto el acuerdo con el Vaticano al designar al nuevo obispo de Shanghái, pero la Santa Sede afirma que no había sido informada de este importante movimiento episcopal. Un nuevo traspiés diplomático sin resolver
A mediados de octubre, China y el Vaticano prorrogaron por otros dos años el acuerdo rubricado en 2018 para el nombramiento de obispos de mutuo acuerdo. Un pacto tildado de histórico que trata de encauzar los lazos entre la República Popular y la Santa Sede, rotos en 1951 después de que Pekín ordenara la expulsión del nuncio vaticano y de los misioneros católicos, pero cuyo recorrido está plagado de socavones. De hecho, solo un mes después de su renovación, las autoridades chinas violaron el convenio al nombrar a Giovanni Peng Weizhao como obispo de Yujiang, en la provincia de Jiangxi, una diócesis no reconocida por la Santa Sede. En una protesta poco habitual en la diplomacia vaticana, Roma expresó su «sorpresa y pesar» a través de un comunicado en el que también destacó la falta de respeto al «espíritu de diálogo» recíproco. Fue la primera vez que el Vaticano señaló públicamente a Pekín. La semana pasada se produjo de nuevo otro grave desgarro en el tejido de la confianza mutua.
El portal de noticias católicas AsiaNews denunció que Shen Bin, líder del Consejo de Obispos Chinos, había sido designado de forma unilateral por China como nuevo obispo de Shanghái, una sede diocesana que estaba vacante desde 2014, tras el fallecimiento del obispo de la Iglesia considerada clandestina, Joseph Fan Zhongliang. El obispo Ma Daquin —reconocido tanto por el Vaticano como por el Gobierno—, acabó condenado al arresto domiciliario en el seminario de Sheshan por atreverse a dimitir de la Asociación Patriótica Comunista China, un órgano fiel al régimen que rechaza la autoridad de la Santa Sede.
Con todo, para Francesco Sisci, analista de la Renmin University of China de Pekín, no se trata de una ruptura total del acuerdo: «Shen Bin era ya obispo, no fue nombrado ex novo. Si bien es cierto que el traslado de un obispo de una diócesis a otra debe ser decidido por el Papa». Shanghái no es una diócesis cualquiera. Allí desembarcó el cristianismo de la mano del mejor discípulo del misionero jesuita Matteo Ricci, Paul Xu Guangqi, y hoy constituye una de las comunidades católicas más florecientes de China. Las razones para hacer este movimiento no están claras: «Creo que faltan canales de comunicación. China debe aprender a confiar en la Santa Sede. La falta de una representación de la Santa Sede en Pekín y la interrupción de los contactos frecuentes durante tres años de COVID-19 no han mejorado la situación», incide Sisci. En estos momentos dice que es necesario «ser extremadamente prudentes y buscar nuevos contactos y conversaciones».
Yao Shun, obispo de Jining, fue ordenado el 16 de agosto de 2019, pero aprobado por la Santa Sede nueve años antes. Xu Hongwei, obispo de Hanzhong, fue ordenado el 28 de agosto de ese mismo año, pero Roma lo aprobó en 2016. La designación de Chen Tianhao, obispo de Qingdao, que tuvo lugar el 23 de noviembre de 2020, y de Liu Genzhu, obispo de Linfen / Hongdong, el 22 de diciembre de ese año, son las primeras que pueden enmarcarse en el pacto.
La Santa Sede salió al paso del traspiés diplomático con un breve comunicado en el que subrayó que desconocía el hecho de que la ceremonia de toma de posesión de Shen Bin se hubiera realizado el 4 de abril. Sin embargo, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Mao Ning, manifestó que «el acuerdo se está aplicando correctamente». «China y el Vaticano están en comunicación al respecto», aseguró la funcionaria del Gobierno de Xi Jinping. «Estamos dispuestos a mantener el contacto con la parte vaticana para defender el espíritu del acuerdo», ratificó. El sacerdote Gianni Criveller, del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras y experto en la presencia de cristianos en China, considera que la Santa Sede «no está contenta» con este acontecimiento, si bien «aún no ha decidido qué posición tomar». «Probablemente no quiere expresarse más de la cuenta para no empeorar la difícil situación en la que ya se encuentra», asegura Criveller. «Quiere tomarse su tiempo para evaluar la situación o para no agravarla», agrega.
Han pasado cuatro años y medio desde que se firmó el acuerdo en 2018 —renovado en 2020— en los que han sido nombrados tan solo seis obispos de mutuo acuerdo. Sigue habiendo más de 30 sedes episcopales vacantes en toda China y la última ordenación episcopal fue la de Cui Qingqi, en la diócesis de Wuhan-Hankou, en septiembre de 2021. En este sentido, Criveller deja caer que «el acuerdo con China no está funcionando como a la Santa Sede le gustaría».
Sin duda, el principal escollo para hacer un análisis certero es que el contenido exacto del convenio provisional considerado clave para unificar la Iglesia oficial y la clandestina —fruto de años de delicadas negociaciones en Pekín y Roma— se ha mantenido siempre en secreto. «No tenemos constancia alguna de si el acuerdo prevé, por ejemplo, el cambio de alguien que ya es obispo de una diócesis a otra, que es lo que ha pasado en Shanghái. Nos faltan elementos para evaluar lo ocurrido. Falta la palabra del Vaticano», remacha. Los más críticos con el acuerdo, como el cardenal Joseph Zen, arzobispo emérito de Hong Kong, han denunciado que la Santa Sede ha hecho demasiadas concesiones a China.