OMP pide que no haya vocaciones sin respuesta por falta de dinero
«Cristo llegó a mi país a través de los misioneros, que fueron muy inteligentes porque llevaron el Evangelio y la educación, las dos cosas juntas. La mayoría eran padres blancos de Irlanda, y se ocuparon de educar a la gente de manera cristiana. Fueron los primeros y siguen ahí. Luego entraron otras congregaciones. Y después vinieron las vocaciones. En mi grupo de amigos, la mayoría se hicieron sacerdotes». Así lo cuenta Faustina Dartey, una religiosa de Ghana que participa estos días en la campaña Di sí al sueño de Dios, con la que la Conferencia Episcopal, CONFER, CEDIS y Obras Misionales Pontificias promueven la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y la Jornada de Vocaciones Nativas, que se celebra este domingo 12 de mayo.
«Mi padre decía que yo de pequeña tenía algo que no era común, un deseo de estar sola y rezar, de tener intimidad conmigo misma y con Dios. Una vez le dije que quería ser cura, porque no tenía otras referencias», cuenta entre risas Faustina. Hasta que un día vio una monja «y me entró una gran alegría solo de verla. “Eso es lo que quiero yo”, decía. Tenía 14 años, y a los 18 ya pude irme con ellas».
El caso de Faustina es habitual entre muchos jóvenes de África, pero no siempre pueden dar cumplimiento a ese sueño de Dios para ellos. Casi siempre, por problemas económicos: no hay dinero suficiente para poder costear la etapa de formación de los seminaristas y de las novicias. Por eso esta campaña apela a la generosidad de todos; una generosidad como la del padre de Faustina, «que pagó en secreto la formación de varios seminaristas hasta que se ordenaron», cuenta la religiosa.
Mientras tanto, es la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol –una de las OMP– la que organiza en todo el mundo esta jornada. Esta institución sostiene anualmente la formación y la manutención de 76.917 seminaristas (uno de cada tres seminaristas del mundo) y 5.649 novicios y novicias en su primer año canónico. El objetivo: que el dinero no sea un problema para que aquellos a los que Dios llama al sacerdocio y a la vida consagrada alcancen ese sueño de Dios para ellos y para la Iglesia universal.
El fruto ha llegado
La Jornada de Vocaciones Nativas surgió en 1889 cuando dos mujeres francesas, Estefanía y Juana Bigard, madre e hija, leyeron una carta del obispo de Nagasaki en la que contaba algunos pormenores de la persecución religiosa que vivía en aquellos años el país nipón: los japoneses tenían miedo de acercarse a los misioneros extranjeros por temor a las represalias, pero se acercaban confiadamente a los de su misma nacionalidad. En seguida ambas mujeres se lanzaron a promover iniciativas para cuidar las vocaciones nativas en los territorios de misión. Hoy, después de 130 años, el fruto ha llegado: según el Anuario Estadístico de la Iglesia Católica, el número de sacerdotes nativos ha pasado de 46.932 a 88.138 en los últimos 30 años, con especial florecimiento en África y Asia.
Gracias a la generosidad de los fieles de todo el mundo, en 2018 el Fondo Universal de Solidaridad de San Pedro Apóstol envió 21.512.405 euros a los territorios de misión, de los que casi un 10 % procede de donantes españoles. Con los donativos se pueden financiar diferentes becas de formación por distintos importes.