Omella: «La Iglesia quiere liderar la lucha contra los abusos»
En la apertura de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, el purpurado afirma que «no basta con pedir perdón, queremos que esta lacra desaparezca de nuestra sociedad». Los obispos trabajarán una instrucción sobre esta cuestión
Desde hace algunos años, la cuestión de los abusos aparece en cada Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE), bien para tomar decisiones, bien para analizar los pasos dados. En esta ocasión ha sido el presidente de la CEE, cardenal Juan José Omella, quien se ha referido a ellos durante la apertura, con un mensaje claro: «La Iglesia quiere liderar la lucha contra esta lacra que afecta a uno de cada cinco niños en Europa».
Tras hacer un repaso por las acciones puestas en marcha —oficinas diocesanas y de congregaciones religiosas, servicio de coordinación de la CEE o la auditoría encargada a Cremades & Calvo-Sotelo— han recalcado su intención de colaborar con los jueces, la Fiscalía y el Defensor del Pueblo: «Hemos pedido perdón por ese gran pecado y seguiremos pidiéndolo. Pero no basta con pedir perdón, queremos que esa lacra desaparezca de nuestra sociedad».
Y aunque no pretende «rehuir ninguna de nuestras propias responsabilidades», Omella lamenta que los abusos no se aborden «en su dimensión global y que se insista en analizar exclusivamente este drama en el ámbito de la Iglesia». «La Iglesia confiesa su pecado, pero denuncia que este mismo hecho, que afecta a otros sectores de la sociedad, no sea puesto en evidencia para buscar entre todos una solución», ha insistido.
Con todo, ha defendido que la Iglesia en nuestro país «está comprometida en la protección de menores y en la prevención de abusos sexuales cometidos tanto en el marco de su actividad como en toda la sociedad».
Sobre esta cuestión también ha hablado el nuncio del Papa en España, Bernardito Auza, quien ha alentado los trabajos realizados, «conducentes a la redacción de la instrucción de la Conferencia Episcopal Española sobre los abusos sexuales a menores y personas vulnerables, que será votada en esta asamblea». «El documento será de enorme ayuda a las diócesis y a los institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, en la lucha contra un crimen tan abominable, y en dar la solución más justa posible a los casos existentes», ha sentenciado.
Según ha explicado la propia CEE, este texto es la adaptación del decreto general que fue aprobado en la Plenaria de noviembre, al que se añadirán las nuevas disposiciones establecidas por el texto definitivo de Vos estis lux mundi, aprobado recientemente por el Papa y que entrará en vigor el 30 de abril.
En opinión del nuncio, «será también una nueva prueba de la determinación de toda la Iglesia en España en este campo tan doloroso, y que podría servir a otras instituciones en su propia lucha contra los abusos sexuales de menores y personas vulnerables».
Tres tareas para los laicos en la vida pública
Otro de los temas centrales del discurso del cardenal Omella ha sido el papel de los laicos en la misión evangelizadora que, en su opinión, no se puede reducir a la colaboración con los ministros ordinarios en la pastoral ordinaria. «No está la plenitud del compromiso laical en su proximidad al altar, sino en la transformación cristiana del mundo», ha explicado.
En este sentido, ha marcado tres tareas fundamentales para los laicos en el espacio público y que es necesario recordar «ante las citas electorales que se nos avecinan»: la propuesta de la familia como fuente de cohesión social y de vida, la promoción de un sistema educativo gratuito que respete la libertad de los padres a la educación de sus hijos y la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural.
Sobre el primer punto ha dicho: «La familia es una alternativa al modelo de modernidad individualista, utilitaria y desvinculada, que tanto daño psicológico y emocional está causando a las personas y que al final hace insostenible la vida social y el desarrollo humano».
En segundo lugar, ha defendido «una educación gratuita con independencia de la titularidad privada o pública del centro y del modelo educativo». «Las familias deben exigir el derecho a poder elegir la educación que prefieren para sus hijos, sin verse penalizadas por el modelo que escojan para sí», ha agregado.
Así, ha denunciado que el modelo educativo vigente «no asegura adecuadamente la libertad de las familias y la neutralidad del Estado» y ha lamentado que el sistema de enseñanza concertada «esté siempre en riesgo de ser recortado o de sufrir arbitrariedades por parte de los poderes públicos». «¿No podría ser el cheque escolar la verdadera neutralidad y libertad que pedimos a la Administración competente? El Estado no puede olvidar su deber de respetar el principio de subsidiariedad y evitar identificarse con un determinado modelo educativo, adscripción ideológica, o titularidad de la escuela», ha explicado.
También ha recordado la propuesta de la Iglesia en materia afectivo-sexual, «orientada a amar y ser amados, alejada de toda cosificación de las ideologías de género y que promueve un camino de aprendizaje en la sana integración de los institutos».
La última tarea prioritaria para los laicos debe ser la de «concienciar a la sociedad sobre la importancia de acompañar la vida humana, la vida de cada persona, en todas las fases de su existencia». Ha destacado, entre las situaciones de especial vulnerabilidad, el inicio de la vida, los migrantes y refugiados, la enfermedad mental, la ancianidad y el final de la vida.
Creciente anhelo de Dios
Durante su intervención, el también arzobispo de Barcelona ha constatado que en las zonas urbanas «estamos experimentando un creciente anhelo de Dios en nuestros coetáneos». Ha citado que cada vez son más los adultos que no recibieron educación en la fe y que se acercan a los sacramentos. «El Espíritu Santo trabaja despertando en muchos jóvenes y adultos el deseo de volver a la Iglesia y a los sacramentos», ha subrayado.
«Creemos que estamos viviendo el inicio de una nueva primavera del Espíritu. Damos gracias a Dios por este don. Debemos estar preparados para acoger a tantos hombres y mujeres, jóvenes y mayores, necesitados de escucha, de sanar heridas y de acompañamiento cercano hacia el encuentro con Cristo y la gran familia de la Iglesia. No es el momento de la apologética, sino del amor, la misericordia, la orientación al reencuentro con Dios y el desvelamiento del verdadero rostro de la Iglesia: un hogar de puertas abiertas», ha afirmado.