Crece el número de adultos que pide el Bautismo - Alfa y Omega

Crece el número de adultos que pide el Bautismo

El Área de Catecumenado de la Conferencia Episcopal cifra en un millar los que reciben los sacramentos de la iniciación cada año. Isaac, Albert y Anas entran en la Iglesia esta Vigilia Pascual

Fran Otero
Isaac Gayol, de blanco, durante el rito de ingreso al catecumenado. Este sábado se bautizará en Sant Cugat (Barcelona). Foto cedida por Felip-Juli Rodríguez.

Albert García, Isaac Gayol y Anas Azzam tienen varias cosas en común. Los tres viven en Barcelona o alrededores. Los tres son mayores de 18 años. Y los tres, además, han realizado durante el último año un camino catecumenal para entrar en la Iglesia católica. Con mucha naturalidad. No están bautizados. Por ahora. Será en la Vigilia Pascual de este sábado cuando, en tres parroquias diferentes de la archidiócesis barcelonesa, reciban los sacramentos de la iniciación cristiana: el Bautismo, la Comunión y la Confirmación.

Son una pequeña muestra de «la creciente demanda de adultos que piden la fe y la vida cristiana», explica Felip-Juli Rodríguez Piñel, responsable del Área de Catecumenado de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y director del Servicio Diocesano para el Catecumenado de Barcelona. Según sus estimaciones, en torno a un millar se bautiza cada año en nuestro país. «Estos dos últimos años, pienso que a causa de la pandemia, las peticiones han aumentado significativamente», concreta.

El sacerdote señala, además de la COVID-19, otras dos razones. En primer lugar, afirma que «Dios no para de trabajar noche y día buscando y ofreciendo a cada persona el camino que lleva a la vida eterna en el seguimiento de Jesucristo». Y en segundo lugar, refiere «la insatisfacción en la propia vida cuando esta se fundamenta en el espíritu del consumismo y se constatan la debilidad y el vacío».

Entre 23 y 45 años

Aunque los que se acercan a la Iglesia vienen de toda condición social, profesional, étnica y religiosa, Rodríguez Piñel señala que, en general, las edades están entre los 23 y los 45 años. Anas e Isaac entran dentro de esta horquilla, pues tienen 24 y 28 años, respectivamente. También comparten el modo en el que conocieron la Iglesia católica. En ambos casos fue por atracción. Por el «mirad cómo se aman» que exclaman los paganos al ver a los cristianos, según el relato de los Hechos de los Apóstoles.

Así lo cuenta Anas: «Vine hace seis años de Siria a Barcelona para estudiar Arquitectura. Conocí a un grupo de jóvenes que luego fueron mis amigos. Acabé mudándome con ellos y viviendo su vida. Y al vivirla me di cuenta de que yo también la quería. Me llamaba la atención el amor que había entre ellos y decidí bautizarme». Para Isaac, ingeniero y fundador de Innovamat, una startup educativa, fue algo parecido. Un amigo suyo, con el que había hecho un máster en Shanghái y que será su padrino, empezó a quedar con un grupo de una parroquia de Barcelona y lo invitó. «La gente que había allí compartía valores de entrega y altruismo. Me sentía muy cómodo y, poco a poco, quería conocer más cosas sobre la Iglesia. Y empecé a hablar con un sacerdote de San Cugat, mi ciudad», detalla. Luego hizo un retiro de Effetá y confirmó todo lo que había vivido. Empezó la catequesis. «El testimonio es, sin duda, el catalizador, lo que te lleva a entrar y seguir. Lo que te hace quedarte es la figura de Jesús. Me bautizo para estar más cerca de Jesús», añade. No cree que le haya cambiado la vida radicalmente, pero sí confiesa que ahora escucha más y empatiza más con la gente… Le ha hecho mejor amigo y mejor compañero de trabajo, por ejemplo.

Felip-Juli Rodríguez Piñel
Área de Catecumenado de la CEE

«Hay que respetar los tiempos necesarios para la gestación de un nuevo cristiano»

Cuando Anas Azzam contó su decisión–casi un año después de haberla tomado–, sus amigos se echaron a llorar. Fue un momento emocionante, aunque, en cierto modo, desconcertante. Javier Solans, uno de ellos y ahora acompañante en el proceso catecumenal, no tenía ni idea de a dónde dirigir a su amigo ni qué hacer. La realidad es que el catecumenado de adultos, aunque está implantado en la mayoría de las diócesis de nuestro país, no se conoce mucho. Al final encontraron acogida en la parroquia de Santa María de Gracia, donde el párroco los ayudó con material, charlas, y haciéndolos partícipes de las actividades parroquiales. En Navidad colaboraron con los Reyes Magos y prepararon regalos para las familias en una situación más precaria.

Un camino de iniciación

Según el responsable de Catecumenado de la CEE, es «un camino de iniciación a la vida cristiana» que incluye catequesis, liturgia y vida comunitaria. Consta de cuatro etapas –precatecumenado, catecumenado, purificación e iluminación y mistagogía– y varios ritos –ingreso al catecumenado, elección y celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana en una misma celebración–. Un itinerario que necesita de acompañantes o catequistas, que han de ser «personas de fe, miembros activos dentro de la parroquia y con espíritu misionero o evangelizador». También deben destacar, añade Rodríguez Piñel, por su capacidad para el diálogo y la escucha sin prejuicios sobre la situación de cada catecúmeno: «La iniciativa es de Dios y el acompañante respeta los tiempos de cada uno».

Él lo sabe, pues también ejerce como tal. En el último año y dos meses lo ha hecho con Albert García, de 19 años, estudiante de Ciencias Políticas. Con una catequesis semanal, cuenta el propio Albert, «iba adquiriendo los conocimientos y me iba acercando más al Señor». En su caso, su madre, que no es creyente aunque está bautizada, tomó la decisión de que fuera él quien, con la mayoría de edad, tomase la opción de bautizarse o no. No tenía más contacto con la Iglesia que la Misa a la que iba con su tía en verano, pero Dios se sirvió de ello para atraerlo: «Tenía claro que me quería bautizar». Aunque el camino se le ha hecho un poco largo –dice que es por las ganas que tiene de que lleguen los sacramentos–, reconoce que haber recibido la catequesis ya de adulto le han permitido ser más consciente de lo que va a hacer. Ha aprendido, entre otras cosas, la importancia de los símbolos en la Iglesia y también a comunicarse con Dios, a rezar. «La fe es una parte importante de mi vida, un apoyo y una mirada concreta a lo que sucede», concluye.

La realidad del catecumenado de adultos, incipiente, pero esperanzadora para la Iglesia, abre también nuevos retos. Los siguientes, según el responsable episcopal: «Necesitamos comunidades parroquiales en situación de misión, es decir, en clave evangelizadora. Párrocos que sientan la alegría al acoger a futuros nuevos cristianos. Laicos centrados en Jesús y con amor a la Iglesia. Y respetar los tiempos necesarios para la gestación de un nuevo cristiano. Las prisas comportan, a menudo, el no enraizamiento en la vida de la Iglesia».

Isaac, Albert y Anas esperan ya que llegue el día del Bautismo. Pero no por el hecho en sí, sino porque es un punto de partida. El punto de partida de los hijos de Dios. «Lo importante es lo que viene después», concluye Anas.