«Obrigado a ti, Cristo, que permanecerás en la memoria de estos jóvenes» - Alfa y Omega

«Obrigado a ti, Cristo, que permanecerás en la memoria de estos jóvenes»

Alfa y Omega ha estado en Lisboa viviendo y compartiendo la Jornada Mundial de la Juventud, del 31 de julio al 6 de agosto

Begoña Aragoneses
El Papa Francisco llega al Campo de Gracia el sábado 5 de agosto para la vigilia con los jóvenes. Foto: JMJ Lisboa 2023

«¡Habemus Papa!». La expresión conclávica la escuchamos de camino a la Colina del Encuentro, donde el Papa Francisco se iba a encontrar por primera vez en la JMJ de forma masiva con los jóvenes peregrinos. Era el jueves 3 de agosto, pero la JMJ había empezado una semana antes, con los Días en la Diócesis. El día 26 de julio partían de España las primeras expediciones de peregrinos, después de las correspondientes Misas de envío con sus obispos. El día 31 de julio, las segundas. Entre medias, España acogió a miles de peregrinos extranjeros en su camino a Lisboa, en unas Pre JMJ únicas.

Salimos nosotros también el día 31 hacia Lisboa, acompañando a los autobuses de Madrid. Esta diócesis era la delegación española más numerosa, con 7.000 inscritos y entre 4.000 y 5.000 peregrinos más pertenecientes a congregaciones y movimientos, y además es el año que más jóvenes ha llevado a una JMJ. Lo mismo le ha pasado a Barcelona, Guadalajara-Sigüenza… Hay sed de Dios. Y España, el país que más presencia de peregrinos ha tenido en Lisboa. Cerca de 80.000 inscritos, y se superaron los 100.000. Allí, la mayoría de las banderas eran de nuestro país, y hasta los taxistas lo atestiguaban. «Muchos españoles», y un gesto de la mano. En el Campo de Gracia, donde se celebró la vigilia, las banderas en realidad no eran muy indicativas ya que los chavales se las fueron intercambiando. Lo de los intercambios ha sido muy normal: pulseras, firmas en las enseñas, marcapáginas de hojas pintadas que nos regaló una peregrina china mientras la entrevistábamos, medallitas de la Virgen…

El lunes por la noche estaba previsto el gran encuentro de los españoles en Estoril. Las previsiones se desbordaron: la Conferencia Episcopal contaban con 40.000 asistentes, pero la Policía portuguesa confirmó al día siguiente en rueda de prensa el doble, 80.000. Aquí conocimos de primera mano el problema de los transportes en esta JMJ, pero también nos dimos cuenta de que, para los jóvenes, lo de ir como sardinas en lata en los trenes tampoco es tan horrible. «Si quieres, nosotros te hacemos hueco», nos dice muy graciosa una chica andaluza (estos eran los segundos más numerosos de España) que esperaba junto a sus amigos en la estación. Los niveles de paciencia y sacrificio que desarrollan sorprenden, y ante esto uno se da cuenta de que se hace mayor sin remedio.

La del lunes fue una fiesta en toda regla que empezó ya con la Eucaristía, presidida por el arzobispo de Barcelona, cardenal Juan José Omella, y concelebrada por todos los obispos españoles y miles de sacerdotes. La JMJ es uno de esos eventos en los que se ve más que nunca al cura pastor. Ese con olor a oveja que siempre ha dicho el Papa Francisco, y nunca mejor dicho porque conviven con ellos mañana-tarde-noche. Hay sacerdotes por todas partes, siempre con los chavales pululando alrededor. «Pedro, ¿podemos ir un segundo a mirar una cosa?». «Pero a las once en punto aquí», categórico y cariñoso a la vez, ternura de madre y firmeza de padre, como decía Omella esa mañana en la rueda de prensa de comienzo de la JMJ, cuando hablaba de las cualidades del acompañamiento. Lo hacía en un centro de prensa que, por cierto, ha llegado a albergar a 5.000 periodistas acreditados para esta JMJ.

La Eucaristía de los españoles del lunes dio paso al Festival Caminos de Juventud, presentado por Guillem Climent, en el que no solo actuaron Nacho Cano y Grilex, entre otros, sino que tuvo a dos protagonistas inesperados: Aurora y Sergio, de Granada, que se prometieron en matrimonio sobre el escenario, con los «¡que se besen!» incorporados.

El miércoles, jueves y viernes por la mañana se desarrollaban las Rise Up, los encuentros catequéticos con los obispos cuyo formato incluye un momento de reflexión por grupos y preguntas al obispo. Mucha cercanía y empatía. «¡Cristo salva!», afirma con rotundidad José Cobo, arzobispo de Madrid y neocardenal, en su catequesis del martes, y sus palabras se vuelven virales. Ese día nos encontramos con sacerdotes que viven su primera JMJ como curas, y lo que todo eso conlleva de ver, ya en plenitud, cómo el Espíritu va actuando en los chavales a través de las confesiones, las charlas, las preguntas… También Jesús Vidal, obispo auxiliar de Madrid, recuerda a sus oyentes en su catequesis del miércoles que los dolores de cada uno se reflejan en el corazón de Jesús.

Las esperas y las colas

La JMJ es también comidas, esperas, colas… En una de ellas hablamos con la mayoría de los 17 pakistaníes representantes de su país en la JMJ. Ataviados con ropajes típicos, se recomponen para la foto porque se habían descalzado. «¡No me saques los pies!», ríen. No hay joven que no nos diga que lo que más les llama la atención de la JMJ, así de entrada, es la cantidad de gente que hay, y gente cristiana. No se sienten solos, no son «bichos raros», como explicó Omella al concluir la JMJ. Para estos 17 jóvenes es quizá más reconfortante, en un país donde solo el 1 % de la población lo es, y donde además no les es fácil vivir su fe. Sentirse «como en casa» es para ellos una experiencia única.

El viernes 4 de agosto por la tarde la ciudad se prepara para vivir el vía crucis con el Papa. Nosotros ya habíamos vivido un vía lucis el miércoles 2 de agosto en la Base Naval de Portugal, donde se alojaba parte de la delegación del Arzobispado Castrense español. Invitados por el pater Iván Cote, delegado de Juventud y Vocaciones y capellán de la Guardia Real, nos presentamos, cierto es, sin avisar. Tras el desconcierto inicial, los controles de seguridad y las llamadas internas, todo se vuelve amabilidad y nos acompañan al interior de la base, más bien una ciudad con sus bosques y edificios, donde, al igual que los pakistaníes en Lisboa, nos sentimos como en casa. Y nos cuidan ángeles de la guarda, porque salir de allí y llega a Lisboa no era fácil, pero los polacos nos acogen en su autobús de vuelta y los conductores, con eso de «que a estas horas no es fácil coger autobuses o taxis», nos acercan al centro de prensa mientras charlamos de España, porque ellos se dedican a hacer viajes turísticos y casi diríamos que conocen más el país que los españoles.

El vía crucis con el Papa se desarrolla en la Colina del Encuentro y nosotros un poco antes hemos ido a recibir a «los héroes de Barcelona», unos jóvenes que han caminado durante 40 días para llegar a Lisboa. Igual que los 40 años de desierto del pueblo de Israel, estos chavales han hecho una peregrinación interior para vaciarse de sí mismos y llenarse de Dios. Y todos coinciden en que vuelven más cerca de Él. Enternece verlos celebrar la Eucaristía, derrengados porque ese día han hecho, también, como muchas de las etapas, 40 kilómetros, pero con una paz y una serenidad reflejada en sus rostros. ¿Qué lleva, nos preguntamos asombrados, a un chaval a hacer semejante peregrinación? Es Jesucristo la respuesta, y vemos, como en cada paso que damos por Lisboa, que hay jóvenes que hacen esa apuesta a caballo ganador. Ya lo dijo su arzobispo, Omella, al concluir la JMJ: «Jesús sigue siendo un mensaje vivo, fresco y que da alegría y fuerza a los jóvenes». Pensamos en lo que habrán echado de menos a sus padres (algunos de ellos tan solo tienen 14 años), pero casi, nos dicen, ha sido al revés. Su sacerdote, mosén Ferrán, los anima a ser levadura en la masa a su vuelta a Barcelona. Como el millón y medio de peregrinos de la JMJ, ellos son semilla de cristiandad en el mundo.

Junto a la catedral, donde está este grupo de «héroes», se encuentra la iglesia erigida en el lugar donde nació san Antonio de Padua, y sorprende ver las ingentes cantidades de chavales que quieren rezarle. De nuevo la aglomeración y el calor húmedo nos hace pensar que qué necesidad, pero a ellos no les importa. Un peregrino asiático reza recogido ante el altar. La Iglesia universal, un santo para todo el mundo. Angelina, italiana de Padua con la que hemos estado charlando, se despide con un «que Dios te bendiga» y, la verdad, emociona. Como lo es la visita al Parque del Perdón, la experiencia más conmovedora de las que hemos tenido en Lisboa. Cientos de jóvenes haciendo colas de hasta una hora para recibir la misericordia de Dios en el sacramento del perdón es algo que no esperábamos. Hay sed de Dios, y Él, que es fiel, ahí está, esperando. Y los jóvenes, que lo saben, vencen sus miedos y acuden, como el hijo pródigo. Es una belleza el Parque del Perdón.

Las palabras del Papa

Había también sed de Papa. De sus palabras. El miércoles llegó a Lisboa, pero el jueves iba a ser su primer encuentro multitudinario con los jóvenes que peregrinaban, y la expectación era máxima. El encuentro con Francisco no dejó indiferente a nadie. Aquí lanzó el primero de sus mensajes, que en esta JMJ han sido pocos pero contundentes. «No estás aquí por casualidad», le vino a decir a cada joven, «Jesús te ha llamado por tu nombre». Son frases que les han atravesado el alma, porque el domingo, cuando hablamos con ellos en el Campo de Gracia, aún las recuerdan. Otro mensaje contundente y claro: «¡En la Iglesia caben todos!». Los jóvenes aplauden al Papa, mucho, cuando les habla del sentido más profundo de sus vidas, que lo da Dios. Cuando les dice que Él quiere a cada uno como es, sin maquillajes, y no como les gustaría ser. Y cuando, en el vía crucis, se oyen palabras de consuelo, que Él está con cada uno en sus dolores, en sus miedos, en sus angustias, en sus soledades… Les queda muy grabado a los muchachos eso que dijo en la vigilia, que la única forma lícita de mirar a alguien desde arriba es cuando se le va a dar la mano para ayudarle a levantarse. Y se emocionan cuando lo pueden ver pasar por delante, aunque en el Campo de Gracia la seguridad, extrema hasta el extremo, no permite demasiados acercamientos.

Un Campo de Gracia en el que vivimos la vigilia, unos mejor y otros con más desorden. Los del sector D aún estaban acomodándose cuando el Papa ya estaba en el escenario; a él llegaron lo que se habían quedado sin sitio en el A, B y C, y los que no estaban registrados. Vemos a las hermanas de Iesu Communio y es como estar en casa. Nos acercamos y charlamos con sor Lorena y sor Chiara, que nos cuentan que su JMJ ha sido como un locutorio 24 horas. «Los jóvenes van al tú a tú; tienen sed de ver a Cristo en su Esposa». En Lisboa están 27 hermanas, incluida la madre Verónica, y siete jóvenes con ellas.

El Papa les ha recordado en la vigilia que en la vida hay que entrenarse, como en el fútbol, para marcar un gol, que hay que levantarse cuando uno se cae y que hay que caminar con una meta en esta vida. Nos vamos de allí a la 1 de la madrugada y regresamos el domingo, a las 5:30 horas, de nuevo en autobuses para la Prensa. Impresiona ver a tantos jóvenes que han pasado la noche allí, al raso. El día se presume caluroso, con temperaturas que llegarán a los 39 grados según todas las previsiones, pero a esa hora el relente del Tajo (no el mar, como dice algún chico) se nota. El padre Guilherme Peixoto, portugués, al que ya se le llama en el mundo entero cura DJ, anima el cotarro a partir de las 7:00 horas. Nada mejor para despertarse que una sesión disco entremezclando canciones cristianas y mensajes de los últimos papas al más puro estilo Ibiza. En la sala de prensa los periodistas no dan crédito, y ya es imposible no sonreír y hasta reírse asombrados por este hombre que ha sido la sensación del campo y también de las redes sociales.

Los obispos coreanos están muy cerca del Papa, y también los peregrinos. ¿Será Seúl, como se rumorea, la próxima sede de la JMJ? Nosotros, por si acaso, hemos hablado con alguno de ellos recién despertado. Serían felices, pero piensan que no están preparados para albergar a tanta gente. Bueno, «Dios proveerá». En la Eucaristía, el Papa insiste a los jóvenes: «¡No tengáis miedo!». Y es inevitable acordarse de san Juan Pablo II diciendo estas mismas palabras a aquellos que ahora son los padres de estos, con esa energía arrolladora suya: «¡No tengáis miedo, abrid de par en par las puertas a Cristo!». Minutos después de que Francisco anuncie que, efectivamente, la próxima JMJ será en Seúl, en la sala de prensa, de repente, se oyen aplausos, vítores y el inconfundible canto —en español, siempre en español—, «¡esta es la juventud del Papa!». En medio de la algarabía, algunos piensan que es el Papa, que se ha pasado a saludar. Pero no, es el delegado de medios de comunicación de la diócesis de Seúl, que ha llegado de la Eucaristía ataviado con un kimono y dando gritos de alegría. Corea del Sur toma el relevo de Portugal. Nos vemos en la JMJ Seúl 2027.

El Papa expuso el primer día que nadie estaba en la JMJ por casualidad. Dios es fiel y va haciendo una historia personal de salvación con cada uno. Las hemos conocido, las de Patricia, Almudena, Candela, Daniela, Juan, Mateo, Jorge, Yousef, Angelina, Fernando, Hugo, Nacho, otro Fernando, Dimitar, Peter, Gabriela, Samuel, Quen, Lino Miguel, Edgar, Xitlally, Katarina, Brenna, Avite, Victor, Pettar, Emma, Michaela, Maika, Rudolph, Akash, Martha, Ana Regina, Anna Catherine, Darío, Patrick, Laura, Pablo, Alegría, Josef, Elene, Régis, Chiara, Charlene, Armelin, Jung Chan y tantos otros, y así hasta un millón y medio de jóvenes cuyos nombres están inscritos en el cielo. Como dijo Francisco al concluir todo, «obrigado a ti, Cristo, que permanecerás en la memoria de estos jóvenes».

Toda la información sobre la JMJ, en el Especial JMJ Lisboa de Alfa y Omega.