Obispo de Fátima, ante la consagración de España y Portugal: «Dios no nos abandona»
El cardenal António Marto, obispo de Leiria-Fátima, presidirá en la tarde de este miércoles la renovación de la consagración de Portugal y España al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María. Anima a que este gesto sirva para «poner toda nuestra confianza en Dios sin perderla», como hicieron los pastorcitos Francisco y Jacinta, muertos a causa de la gripe de 1918
La Iglesia en Portugal recibió con alegría y «gran afecto fraterno» la noticia de que la Conferencia Episcopal Española había decidido sumarse a la renovación de la consagración de ambos países al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María. El acto, que comenzará a las 19:30 horas de este miércoles (hora española) con el rezo del rosario desde el santuario de Fátima, es la «expresión de la comunión de nuestras iglesias en un momento de dolor de un país vecino», explica a Alfa y Omega el cardenal António Marto, obispo de Leiria-Fátima y quien presidirá la celebración.
La comunión entre España y Portugal se manifiesta —destaca— en el hecho de que de nuestro país procede el segundo grupo más numeroso de peregrinos al santuario, solo por detrás de los propios portugueses. Pero a la renovación de la consagración de este miércoles se han sumado además las conferencias episcopales de Polonia, Rumanía, Cuba, Colombia, República Dominicana, Costa Rica, Panamá, Paraguay, Bolivia y Guatemala. El episcopado mexicano también se unirá en el rezo del rosario, y ha anunciado que durante el tiempo de Pascua tiene la intención de consagrar toda América Latina a la Virgen de Guadalupe.
«Jesús asumió el sufrimiento»
¿Qué significa esta consagración en tiempos de pandemia? «Confiarnos nosotros mismos, nuestros dolores y nuestros gritos de sufrimiento —responde el cardenal Marto— al Corazón de Jesús, que en el misterio de la Encarnación asumió los sufrimientos humanos; y al Corazón de María, madre suya y nuestra, que estuvo con Jesús junto a la cruz». A través de esa entrega se «implora su particular protección en este momento dramático y que Dios, con su inspiración y la fuerza del Espíritu realice en nosotros y a través de nosotros lo que solo Él sabe y puede para el bien de la humanidad en el momento actual».
La idea de pedir la protección y fortaleza divina no partió de la jerarquía eclesiástica, reconoce el obispo; sino «de nuestro pueblo católico. Un grupo de personas recogió miles de firmas y se las entregó al presidente de la Conferencia Episcopal Portuguesa, el cardenal Manuel Clemente». Se consultó a los obispos del país, y «todos manifestaron su acuerdo». Fue entonces cuando se decidió hacerlo en la simbólica fecha del 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación y la Encarnación, y unirlo al rezo del rosario en Fátima por la paz en el mundo.
El cardenal arzobispo de Leiría-Fátima considera «una feliz coincidencia» que a esta convocatoria se sumaran otras dos promovidas por el Papa: el rezo del padrenuestro al mediodía del mismo miércoles, al que había convocado a todos los católicos; y el momento de oración y bendición urbi et orbe previsto para el próximo viernes a las 18:00. «El Santo Padre quiere que toda la Iglesia se una en oración y solidaridad para vencer este flagelo presente».
Los pastorcitos, víctimas de otra pandemia
Las apariciones de Fátima no son ajenas a la devastación de las pandemias. Los santos Francisco y Jacinta Marto murieron, de hecho, a causa de la gripe de 1918. En la segunda aparición, de junio de 1917, la Virgen ya había anunciado que los dos hermanos morirían pronto. En 1919, ambos contrajeron la gripe, que derivó en neumonía. Francisco ese mismo año a los 10 años. En el caso de Jacinta, que había aceptado sufrir más por la salvación de los pecadores, la enfermedad se prolongó hasta 1920, cuando murió con 9 años. Del testimonio de «cómo encararon su muerte podemos aprender sobre todo a poner nuestra confianza en Dios y a no perderla, seguros de que Él no nos abandona y nos acompaña en los momentos difíciles».
Los frutos de la consagración
En la tradición de la Iglesia, es habitual recurrir a gestos extraordinarios para pedir ayuda al Señor en tiempos de crisis. Y en los últimos siglos, en los que la devoción a los corazones de Jesús y María se ha ido extendiendo, una de estas iniciativas extraordinarias es la consagración a ellos; aunque esta también se puede realizar en momentos de normalidad.
El acto del miércoles, de hecho, se trata de una renovación de consagraciones hechas en el pasado. Portugal ya se consagró al Inmaculado Corazón de María en 1931. «Fue en la primera peregrinación de mayo después del reconocimiento oficial de las apariciones por el obispo de Leiría en 1930», explica su sucesor. Esta consagración tuvo más bien un acento de «acción de gracias por el don de las apariciones, y de respuesta de devoción y entrega de Portugal al cuidado del Inmaculado Corazón de María».
Un cuidado que el país pudo sentir de cerca. A esta consagración se ha atribuido un renacimiento de la vida católica en los años siguientes (renovación de la vida cristiana, desarrollo de medios de comunicación confesionales, florecer de la Acción Católica, aumento de las vocaciones hasta cuadruplicarse el número de religiosos en diez años…) y la protección del país tanto de la influencia de gobiernos de izquierda como el de España como de conflictos bélicos como la guerra civil española o la Segunda Guerra Mundial.
Esta consagración se renovó en 1938, y por última vez en 2016. Era el último año de preparación para el Centenario de las apariciones en 2017, y la imagen peregrina de la Virgen de Fátima acababa de volver al santuario después de recorrer todas las diócesis del país. «Fue un acto solemne de acción de gracias por la visita de la Madre de Dios a sus hijos —recuerda el cardenal Marto— y de invocación de su protección y bendición sobre el pueblo portugués para reavivar su fe y que permanezca fiel».
La consagración al Sagrado Corazón de Jesús es incluso más reciente: se va a renovar menos de medio año después de la primera, celebrada el pasado octubre con motivo del 175º aniversario del Apostolado de la Oración.