El Consejo de Cardenales creado por Francisco para cimentar la reorganización de la Curia romana no terminó con la entrada en vigor el pasado mes junio de la nueva constitución apostólica Praedicate Evangelium. El Pontífice acaba de renovar su reputado equipo de colaboradores, en el que a partir de ahora habrá dos españoles: el arzobispo de Barcelona y presidente de la CEE, cardenal Juan José Omella, y el presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano y de la Gobernación de la Ciudad del Vaticano, cardenal Fernando Vérgez.
Otra de las novedades es el brasileño Sérgio da Rocha, de Salvador de Bahía. La lista se completa con el secretario de Estado, Pietro Parolin, y los cardenales Fridolin Ambongo Besungu, arzobispo de Kinshasa; Oswald Gracias, arzobispo metropolitano de Bombay, y Seán Patrick O’Malley, arzobispo metropolitano de Boston. Además, el consejo cuenta con los cardenales Gérald C. Lacroix, arzobispo de Quebec, y Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo y presidente de COMECE.
«En el primer Consejo de Cardenales estaban fundamentalmente sus electores; ahora, en cambio, encontramos a sus criaturas cardenalicias. Es decir, no son personas a las que deba algo, sino al revés, le deben algo al Papa», asegura el sacerdote italiano Roberto Regoli, profesor de Historia Contemporánea en la Pontificia Universidad Gregoriana. El experto incide en la importancia de este organismo, que nunca fue «un accesorio o una fórmula retórica», sino «un instrumento que lo acompañará todo el pontificado». Además, apunta que la inclusión de Omella evidencia sus «preferencias entre los cardenales». En cualquier caso, señala que el siguiente paso es «reformar el Código de Derecho Canónico». «En esta década ha reformado la parte vinculada a los abusos, pero falta una revisión del código penal ligado a las cuestiones de administración de la propiedad, patrimonio y titularidades», remacha.
Por su parte, el periodista británico Austen Ivereigh, uno de los grandes conocedores de este pontificado, manifiesta que el Consejo de Cardenales —en el que están representados los cinco continentes— pondrá en práctica la idea que se desliza en Praedicate Evangelium de la Curia romana como «facilitadora del intercambio» que traerá la perspectiva de la Iglesia local a Roma. «Es también un reflejo de cómo entiende Francisco el gobierno de la Iglesia. Ha querido dar forma concreta a la colegialidad episcopal; podríamos resumirlo con la frase “nunca Pedro sin los once o nunca los once sin Pedro”», comenta Ivereigh que también hace hincapié en cómo han cambiado las visitas ad limina. «Antes trataban a los obispos casi como súbditos, les daban órdenes sin escucharlos, como si las iglesias locales fueran sucursales de una gran multinacional; ahora, en cambio, la Curia les dice: ¿en qué podemos servir?».
Otro síntoma del cambio es la gestación de los documentos jurídicos. «El clima era bastante asfixiante. Los documentos que emanaban de Roma no se consultaban con nadie. Ahora, los pocos que han salido son fruto de mucha consulta recíproca y de debate abierto», describe el periodista, que asegura que el grupo de cardenales jugará un papel crucial en ser el puente de conexión con los territorios locales. La primera reunión de este grupo de ocho purpurados será el 24 de abril en Casa Santa Marta, la residencia del Papa.