Nueve años de imágenes y palabras
Las fotografías e intervenciones más significativas del cardenal Carlos Osoro en Madrid muestran que fue obispo de todos y que su prioridad fue llevar a los demás a Dios
No es sencillo resumir los casi nueve años de Carlos Osoro como arzobispo de Madrid en imágenes y palabras. Son muchas las estampas de todo este tiempo, aunque a su derecha tienen una pequeña selección que bien podría resumirlo todo: la Virgen de la Almudena y los niños, la fidelidad al Papa Francisco, el diálogo interreligioso y la paz o la cercanía a los más vulnerables, sean migrantes, internos de la cárcel o habitantes de la Cañada Real. «Lo he entregado todo», dijo tras ser aceptada su renuncia como arzobispo. Una idea que había repetido más de un año antes, en la celebración del 25 aniversario de su ordenación episcopal. «Con todos los límites que tengo, los que me veo yo, pero seguro que vosotros veréis muchos más, he intentado confesar con todas mis fuerzas en el gozo del Espíritu Santo que Cristo ha resucitado verdaderamente y que en su humanidad glorificada ha abierto el horizonte de la Vida eterna para todos los hombres».
Casi nueve años han pasado desde que entró en la catedral de la Almudena para convertirse en el nuevo arzobispo madrileño y presentarse como «hermano y pastor de todos». «De los que creéis y sois parte de la Iglesia, pero también de todos los que vivís en este territorio al que el Señor me envía a ser su testigo», dijo en la homilía. Nueve años de estas palabras, que ha intentado poner en práctica día tras día: «La gran novedad que nosotros hemos de entregar y presentar es a Cristo mismo, que acoge, acompaña y ayuda a encontrar la buena noticia que todo ser humano necesita y ansía en lo más profundo de su corazón. No defraudemos a los hombres en este momento de la historia, que puedan encontrar las puertas abiertas de la Iglesia para que puedan percibir que envuelve su vida la misericordia de Dios, que no están solos y abandonados a sí mismos».
Esta invitación a dar testimonio y a trabajar juntos para llevar a los demás hasta Dios la recordó en una de sus últimas homilías, la de la clausura del Año Santo de San Isidro, el pasado 15 de mayo: «No hagáis caso de profetas de calamidades que dividen y rompen. Haceos esta pregunta: ¿dónde está la belleza del pueblo de Dios? Está en algo singular: todos caminando juntos, sintiéndonos miembros de un pueblo santo. ¿Hay algo más bello que hacer camino juntos? ¿Hay algo más grande que encontrar nuevas sendas colaborando para anunciar el Evangelio, ayudándonos, sin evasiones hacia adelante, pero también sin nostalgias del pasado hacia atrás?
Entre estas dos intervenciones hay miles de páginas de homilías, discursos, alocuciones y cartas, estas últimas publicadas en este semanario cada semana. Siempre fueron muy sentidas las que pronunció en la cárcel de Soto del Real, que tantas veces visitó y con cuyos internos escribió un libro epistolar. El 24 de septiembre de 2019, fiesta de Nuestra Señora de la Merced, contó a los que vivían allí recluidos que se había ausentado de una reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) para estar con ellos. «Se enterarán de dónde estoy, pero me he venido a veros a vosotros porque me parecía importante», confesó en referencia a los otros miembros del organismo episcopal. En aquella ocasión, como en tantas otras, los invitó a ponerse en manos de la Virgen y a convertir la cárcel en un lugar de fraternidad, a salir de sí mismos. «Encontraos con la gente. Con todos: no digáis: “Este no”. Pero encontraos para darles lo mejor de vosotros mismos, no para encima azuzarles para que vivan en lo peor».
El pasado sábado, durante la celebración de ordenaciones diaconales, recordó a los candidatos que entregaban su vida «para servir y no ser servidos, para aproximar la presencia de Dios». Es justo lo que el cardenal Osoro cumplió.