Julio Camba decía haber tenido que dejar su destino como corresponsal en Alemania azorado por una gran aprensión: comenzaba a tener un criterio demasiado profundo sobre todas las cosas, y pidió la repatriación para reponerse de ligereza y trivialidad. Herder ha querido hacer el movimiento inverso para nosotros, permitiéndonos huir de nuestras fruslerías al traducir una bella selección de homilías sacramentales del Papa teutón (Signos de nueva vida). En ellas, el calado lo alcanza la intensa vivencia de las celebraciones litúrgicas, donde la hondura marida sin acritud con la sencillez popular del acto.
La traducción no puede ser más oportuna. La crisis de fe que nos asola tiene su origen en un crac sacramental, en el que Europa dejó de beber la vida que mana de estos misterios. Los sacramentos fueron quedando como ancestrales ornamentos de la vida social. Languidecía su sentido, y su mecánica repetición fue desertizando el terreno. La semilla caía siempre en suelo rocoso. Pero en esa separación ha sido la vida la que ha salido perdiendo. Ahora nos ahogan los ritmos de la economía, nos aísla la delicuescencia de las relaciones y nos acobardan tanto los nacimientos como las muertes. Al fin y al cabo, la crisis del culto y la de la cultura quizá no sean sino la misma cosa.
En ese contexto, las maneras de Ratzinger son medicinales: desmenuza del ritual cada gesto y cada palabra, y nos pone hoy ante el Misterio que contienen. Con delicadeza, logra ir empapando nuestras cadencias vitales con la sobreabundancia divina, porque la «forma del sacramento refleja el ritmo de nuestra vida». Cada acto litúrgico «es una pequeña obra de arte» y, como tal, «no solo nos proporciona nuevas perspectivas de la revelación de Dios, sino también nuevas visiones de nuestra vida, de modo que la abarcamos mejor con la vista, la vemos y la entendemos mejor». Su arte labra nuestros sentidos y nos dispone para acoger la vida. Por eso, la liturgia no tiene «una intención teatral […] no quiere ser menos, sino más real»; porque «la fe es una base sólida para la casa de nuestra vida». Vuelve a manar aquí la vida cultural de su hontanar cultual.
Ahora, agotando el confinamiento, ansiamos recuperar nuestra vida. Se discute si saldremos fuertes o debilitados. Pero quizá no haya otra manera de reponerse que acudir al Señor de la vida: «Sí, de lo que se trata es de la transformación. Del nuevo ser humano y del nuevo mundo que despunta en el pan consagrado, transformado […]. Sí, el Señor nos prepara una mesa en medio de las amenazas de este mundo y nos da el cáliz glorioso».
Joseph Ratzinger – Benedicto XVI
Herder
2023
216
16,90 €