«Nuestro pueblo sufre con Cristo y espera resucitar con Él»

«Nuestro pueblo sufre con Cristo y espera resucitar con Él»

Rusia respondió a las peticiones de una tregua por Pascua redoblando la ofensiva en el Dombás y atacando Leópolis. «Tengo muchas preguntas» sobre este sufrimiento, confiesa un grecocatólico poco antes de empezar su Triduo

María Martínez López
Siete personas murieron durante el bombardeo ruso en Leópolis. Un misil cayó en un taller. Foto: Zuma Press / Contacto Photo / Matthew Hatcher.

Por primera vez en lo que va de guerra, el bombardeo del lunes sobre Leópolis causó víctimas mortales. Solo un día antes las calles de la principal ciudad del oeste de Ucrania se habían llenado de gente por el Domingo de Ramos, que para ortodoxos y grecocatólicos coincidió con la Pascua latina. Desde entonces, al cierre de esta edición habían sonado las alarmas aéreas tres veces más, pero sin que se produjeran más daños.

A la vista de la redoblada ofensiva rusa en el Dombás, Yuri Koslovskii, capellán grecocatólico de la Universidad Católica Ucraniana, no descartaba más ataques en su zona, para «atemorizar también a la gente de esta parte del país». Pero esto no ha interrumpido sus preparativos para la Semana Santa. Este año, la universidad no se vaciará por las vacaciones. Los estudiantes que quedan en ella no pueden volver a casa.

El capellán celebrará el Triduo en la parroquia universitaria con muchos de ellos y «cientos o miles de refugiados». Espera que puedan acompañarle el domingo, cuando den tres vueltas alrededor del templo para proclamar que Cristo ha resucitado y bendigan los alimentos para la fiesta de Pascua. Además, «los estudiantes han organizado el festival Pascua Juntos». Desde el viernes hasta el domingo, la gente compartirá las tradiciones de cada confesión religiosa y cada región. «Esperamos que muchas personas participen, de manera que la Resurrección del Señor se sienta».

¿Volver a casa por Pascua?

Al sur del país, a Vladislav Ignatiuk le encantaría volver por Pascua a Melitópol, tomada por los rusos. «Quiero estar con mi parroquia en una fiesta tan importante», explica este laico grecocatólico. Pero aún no se ha decidido a dejar Zaporiyia, donde llegó con su familia el primer día de la guerra. «Es peligroso», porque aunque solo se tarda media hora en coche, «hay batallas constantes».

Voluntario de Cáritas en Melitópol, desde su llegada a Zaporiyia se puso a disposición de la entidad. Su principal tarea es conseguir medicinas, comida de bebé y pañales y hacerlos llegar a sus compañeros en Melitópol, que mantienen «un servicio activo, sobre todo con un comedor benéfico». Cuando el bloqueo impuesto por los rusos a las comunicaciones lo permite, habla con tres sacerdotes amigos. «Allí la situación se complica por días: la gente se está quedando sin comida ni medicinas, y activistas proucranianos son secuestrados diariamente». Se mantienen las celebraciones religiosas, pero «hay inspecciones regulares» en los templos.

Vigilia Pascual en el seminario de Vorzel, con los pocos feligreses que quedan en la región. Foto: Leonard Zigert.

«Tengo muchas preguntas sobre por qué la gente sufre tanto» y cuánto más tienen que sufrir. «Siempre hemos estado convencidos de que Dios es un juez justo que recompensa el bien y castiga el mal. ¿Realmente nos merecíamos esto los ucranianos? No tengo respuesta», confiesa Ignatiuk. Sin embargo, espera el «soplo de aire fresco» de la Pascua, dondequiera que la celebre. «Nuestro pueblo empatiza con Jesucristo» doliente, y «espera resucitar con Él. Dios prevalecerá».

Una película posapocalíptica

Para la pequeña comunidad del seminario latino de Vorzel, la alegría de la Pascua ya es una realidad. Aunque tuvieran que celebrar la Vigilia Pascual a plena luz del día debido al toque de queda. Eran dos sacerdotes, un diácono y dos voluntarios de Cáritas de la diócesis latina de Kiev-Yitómir. Los sacerdotes y el diácono llegaron el 8 de abril.

El personal de Cáritas había logrado hacer una primera incursión a Vorzel y la cercana Bucha ya el día 5, cuando la ciudad estaba todavía cerrada mientras los militares ucranianos la limpiaban de minas. «No podíamos esperar», y por eso pidieron ayuda al Ejército, que los escoltó. Al llegar, «la gente empezó a salir de las casas y a seguir a nuestros coches como en las películas posapocalípticas», pidiendo comida, medicinas, papel higiénico y combustible, relata Leonard Zigert, uno de los voluntarios. Ha querido pasar estos días en Vorzel, ya que su mujer y sus dos hijas están en Polonia.

Desde ese día, han visitado Borodianka cinco veces, y en el seminario han organizado un centro permanente que durante el Triduo entregó ayuda a 350 personas. A partir de ahora lo seguirá haciendo dos veces a la semana. Afortunadamente, el edificio estaba relativamente intacto, salvo el daño de algunas explosiones y el robo de casi todos sus bienes. Después de días intensos de trabajo y celebraciones, pasaban la noche «haciendo turnos de vigilancia para evitar la visita de saqueadores». Sobre sus cabezas, se oían los misiles que sobrevolaban Kiev y Vyshneve.

Al menos, además de las celebraciones litúrgicas han podido festejar la Pascua con algunos platos especiales, cortesía de la señora Nelya. Miembro del mismo movimiento que Zigert, Oasis, esta mujer casada y con cuatro hijos «sintió que su corazón la invitaba a ayudarnos». Se desplazó hasta Vorzel con «alimentos y vajilla, porque habían saqueado todo». Durante un día, preparó comida para casi toda la semana. Luego volvió con su familia.

Pero el momento más impactante para este voluntario ha sido vivir el Viernes Santo en Borodianka y Bucha con el limonsero apostólico, Konrad Krajewski, y el nuncio, Visvaldas Kulbokas. Recuerda sobre todo a un vecino de Borodianka al que conocieron cerca de donde trabajaban los equipos de rescate. Solo acertó a decirles «están sacando a mi vecino, y ahí está mi mujer. Estoy esperando a reencontrarme con ella». Habían tenido que pasar dos semanas desde la liberación para que pudieran sacarla de entre los escombros. «Se echó a llorar, y nosotros lloramos y rezamos».

Con esas imágenes aún en la retina, Zigert confiesa que era escéptico sobre la posibilidad de una tregua de Pascua del 17 al 24 de abril. A pesar de los llamamientos del Papa, de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la UE (COMECE) y la Conferencia de Iglesias Europeas, y del Consejo Panucraniano de Iglesias y Organizaciones Religiosas, «no teníamos ninguna esperanza».