No ha sido solo el arranque. El Meeting de Rimini [organizado por Comunión y Liberación entre el 19 y 25 de agosto] parece querer tomarse en serio el lema: «tú eres un bien». En la política, en la cultura, en lo religioso. Pero digámoslo rápidamente. A estas alturas de la edición de 2016, habría que constatar un rotundo fracaso si el Meeting se hubiera dedicado simplemente a defender el valor del otro.
Está bien contrarrestar la narrativa de la identidad conflictiva que ha generado la globalización. Pero no se construyen discursos en favor del valor de la persona y del respeto a los demás sin hacer en cierto modo el ridículo o sin alimentar un escepticismo impotente. Cuando el otro es el chivo expiatorio global al que se le hace pagar la insatisfacción de no saber hacia donde va el mundo, incluso el discurso justo, moralmente preciso, genera más cansancio.
Lo que marca la diferencia del Meeting, quizás de un modo inconsciente, es que el valor del otro antes que ser teorizado, pensado o defendido, sucede.
El Meeting está poniendo delante de miles de personas a protagonistas de un mundo en transición que han aprovechado el recurso del otro para desarrollar una gran estatura humana.
La necesidad del otro siempre es teorizada desde un sistema cerrado, como un añadido que no es capaz de superar la cerrazón de los sistemas ideológicos. A menos que se vea en acto a los testigos que han construido su personalidad acogiendo como una riqueza la circunstancia de otros rostros.
Otros rostros con un pensamiento y una afectividad diferente, que pueden tener incluso una apariencia enemiga. Si el valor del otro sucede se puede hacer cultura nueva, si no es moralismo.
Fernando de Haro / Páginas Digital