No tienen necesidad de médico los sanos; misericordia quiero y no sacrificio - Alfa y Omega

No tienen necesidad de médico los sanos; misericordia quiero y no sacrificio

Viernes de la 13ª semana de tiempo ordinario / Mateo 9, 9‐13

Carlos Pérez Laporta
'La llamada de Mateo'. Vittore Carpaccio. Scuola di San Giorgio degli Schiavoni, en Venecia (Italia)
La llamada de Mateo. Vittore Carpaccio. Scuola di San Giorgio degli Schiavoni, en Venecia (Italia).

Evangelio: Mateo 9, 9‐13

En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:

«Sígueme».

Él se levantó y lo siguió.

Y estando en la casa, sentado en la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos.

Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:

«¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y dijo:

«No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».

Comentario

«¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?». Para los judíos no era posible la redención. Al menos no en este tiempo terrenal. El perdón era para ellos el final del tiempo y el inicio de la nueva era. No es que considerasen que ellos no tuvieran pecados, pues hacían sacrificios expiatorios en el templo. Pero eran pecados no lo suficientemente determinantes a sus ojos. Eran pecados con los que ellos consideraban que Dios no tenía más remedio que estar dispuesto a convivir. Eso les hacía ser duros con los que cometían pecados graves y ciegos ante los pecados disimulados.

Pero para Jesús no hay ningún pecado real con el que Dios esté dispuesto a ser connivente; Jesús llama a la conversión de todos, porque Dios reacciona y corrige con amor todos los pecados: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos sino a pecadores». La misericordia nace, no del relativismo, sino del amor por todos. La misericordia es el amor de Dios que entra en el tiempo y ofrece un camino de vuelta a casa en este tiempo: «Sígueme», nos dice. La misericordia es el tiempo de Dios abierto al hombre en este mundo para recomponer su vida. La misericordia es la eternidad abriendo sus entrañas para dejar al tiempo entrar en ella. El tiempo no es reversible, pero los pecadores pueden ser perdonados por Dios y hechos santos a través de su gracia.