Juan Pablo II ha hablado, a corazón abierto, a los obispos españoles de las provincias eclesiásticas de Granada, Sevilla y Valencia, que han estado en Roma para realizar la visita ad limina. Al analizar los cimientos de la sociedad española actual, fue a fondo hasta denunciar los efectos devastadores de una concepción del hombre considerado como un simple productor y consumidor de mercancías, o bien como objeto de la Administración del Estado.
El obispo de Roma describió a los nuevos necesitados de samaritano en la sociedad española con adjetivos muy gráficos. Se refirió al desempleado, al joven de esperanza derruida, mecido en la trivialidad o desgastado por la droga, al emigrante que llega de otras tierras, a mujeres despreciadas, niños sin amparo y hombres privados de su dignidad.
En estos momentos de la Historia, vuestras Iglesias están llamadas a ser el umbral de una Europa en la que se perfilan nuevos escenarios sociales y políticos —explicó el Papa a los obispos españoles—, lo que os confiere la gran responsabilidad de ser también puerta de acogida para otros pueblos, y de dar ejemplo de generosidad, sabiendo compartir fraternalmente el pan con quienes llegan a vuestras tierras en busca de una nueva esperanza.
Al hablar a los obispos de Valencia, Granada y Sevilla, el Papa no podía dejar de hacer referencia a una de las características más populares de los habitantes de estas provincias: la creatividad, la fina sensibilidad y la rica capacidad expresiva en la manera de vivir la religiosidad. Ante todo, reconoció que se trata de un factor positivo a la hora de encaminar (a las personas) al encuentro con Dios. Pero consideró que es vital que la expresión religiosa sirva para profundizar la fe, y ésta ilumine todos los aspectos de la vida de los creyentes, haciéndolos cada día más conscientes de que han de crecer como piedras vivas que construyen el templo de Dios en este mundo.
Para ello —propuso—, se ha de procurar que todo grupo eclesial, como las hermandades y cofradías, sean ámbitos propicios para la formación cristiana de sus miembros y cauce de plena integración en la vida de la comunidad eclesial, participando en la celebración de los sacramentos…, estando unidos a sus pastores…, y promoviendo incesantemente el compromiso de caridad y solidaridad.
En particular, al referirse a los documentos y declaraciones publicados por los obispos en temas morales y sociales, constató con satisfacción cómo la Iglesia de España trata de iluminar desde el Evangelio todos los ámbitos de la vida del hombre y de la sociedad, sin excluir estas dimensiones. De este modo, ofreció un apoyo decidido a los obispos para que no se dejen intimidar por las acusaciones de grupos de presión laicistas que niegan a la Iglesia su sacrosanto derecho a ofrecer los principios que deben guiar la vida pública de una sociedad. Por ello, insistió en que esta acción debe ser realizada sin temor, para que cada creyente pueda experimentar la fuerza transformadora de la fe en su vida cotidiana, expresarla con autenticidad, y dar testimonio de ella con eficacia.