No sé quiénes sois - Alfa y Omega

No sé quiénes sois

Miércoles de la 30ª semana del tiempo ordinario / Lucas 13, 22-30

Carlos Pérez Laporta
Jesús con sus discípulos. Maestro de la escuela de iluminación Reichenau. Bavarian State Library, en Munich, Alemania.

Evangelio: Lucas 13, 22-30

En aquel tiempo, Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén.

Uno le preguntó:

«Señor, ¿son pocos los que se salven?».

Él les dijo:

«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo:

“Señor, ábrenos”; pero él os dirá:

“No sé quiénes sois”.

Entonces comenzaréis a decir:

“Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.

Pero él os dirá:

“No sé de donde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.

Así será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».

Comentario

«Señor, ¿son pocos los que se salvan?». Ponemos el acento en el número de los salvados cuando queremos hacer de la salvación algo mecánico, algo en lo que podamos incluirnos y dejarnos llevar. Querríamos estar totalmente predestinados a la salvación para evitarnos toda fatiga.

Jesús, sin embargo, insiste en que ejercitemos esa salvación, en que no perdamos la tensión por lograr esa salvación: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán». Para él siempre serán muchos, demasiados los que no se salven, aunque solo fueran dos. Es el número irreductible de la libertad. Incluso si solo fuera uno, ¡cuánto no llegara a ser su dolor!

Sin embargo, sus palabras parecen decir lo contrario: «No sé quiénes sois […] No sé de dónde sois. Alejaos de mí». ¿Cómo es posible que diga y repita que no reconoce a los que dicen haber comido en su presencia y haberle escuchado en sus plazas? ¿Está fingiendo no conocerles? ¿Puede Jesús no conocer a alguien, siendo que sin Él nada existiría?

Debemos hacer el esfuerzo por entrar por la puerta estrecha para que nos reconozca. Pero entrar, ¿a dónde? Por entrar en su ámbito, en su intimidad. No basta con saber de Él. Es necesario esmerarse por conocerle para que Él nos conozca. Conocerle es ser conocido por Él. Cuanto más le buscamos, más nos encuentra. Y Él no puede conocernos si nosotros no le dejamos, si no permitimos se acerque a nosotros acercándonos a Él. Si el hombre se esconde, como Adán en el Edén, Dios no le encuentra. Por decisión propia ha decidido que puede conocernos si somos suyos, si somos ovejas de su rebaño. Porque Él conoce a sus ovejas y sus ovejas le reconocen a Él.