No, que no tendrá mis ojos - Alfa y Omega

La motivación de la genética compartida, los tiempos reducidos, que sea un bebé recién nacido o las dificultades para las parejas del mismo sexo son algunos de los argumentos esgrimidos por quienes eligen la compraventa de un vientre de alquiler frente a la posibilidad de la adopción. Tener una niña con rasgos asiáticos cuando uno es caucásico; pasar por 200 entrevistas psicológicas y que miren hasta el último detalle de tu cuenta corriente —no facilitan los países tampoco el proceso—; estar esperando durante cinco años sin saber si finalmente una pandemia, una guerra o un cambio gubernamental te dejarán a medias o tener que elegir un país concreto en el que te permitan ser monoparental o tener una pareja homosexual son escollos que muchos no están dispuestos a asumir. Es mejor mercantilizar el deseo —que no derecho— a tener un hijo. Olivia Maurel fue arrancada de los brazos de su madre biológica por dinero y algo en su vida siempre estuvo roto. Ese cordón umbilical arrancado por el hombre posmoderno que tiene todo lo que quiere, a cualquier precio. Y, mientras, miles de niños que ya nunca serán bebés deseados seguirán escondidos en sus orfanatos. Porque no tendrán mis ojos.

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