«No hay vacunas» - Alfa y Omega

Estamos volteados y revolcados por la segunda ola de COVID-19, en la que millones de indios andan desesperados buscando un medio de transporte, una botella de oxígeno, una cama en un hospital… Muchos, al final, están contentos si han podido incinerar en paz a sus seres queridos, y otros se han tenido que conformar con la cajita de cenizas que los empleados del crematorio COVID-29 les entregaron, mientras otras mil piras funerarias iluminaban la noche.

Sentada en el suelo de su humilde casa frente a la triste cajita de plástico que guarda las cenizas de su marido, Laxmiben me pide que diga una oración mientras la familia guarda un sobrio silencio.

Leo despacio un pasaje del Evangelio de Juan, capítulo 14: «No perdáis la paz en vuestros corazones; en la casa de mi Padre hay muchas moradas. No os preocupéis, que voy a preparar un sitio para cada uno». No es como en el hospital, donde no hubo cama para él, ni oxígeno, ni médico, ni Remdesivir. Y rezo en silencio y sufro con ellos, que se enfrentan ahora a la dura realidad de sobrevivir sin aquel que aportaba su escaso salario para mantener la familia.

Allí donde la pandemia parece que ha sido más o menos controlada, se hacen ya planes para celebrar el fin del Estado de alarma, para viajar, para disfrutar… Es natural. Y nos alegramos por ellos, ¡ya era hora! Pero en la India no se sabe cuándo llegará esa hora. Con 400.000 casos positivos mensuales (en abril de 2021) y 4.000 muertos diarios (en lo que llevamos de mayo), el fin de la pandemia parece muy lejano. Los grandes laboratorios indios siguen produciendo vacunas, pero muchas son para exportación, y en los centros de vacunación indios a menudo aparece el cartel de «No hay vacunas». O sea, que hay que esperar. Todos esperamos que el Gobierno organice mejor la distribución y el programa de vacunación, que aquí también necesitamos que llegue la hora de vivir en paz, vacunados y sin miedo.