Sin tejado, efectivamente, está dejando a los griegos este Tsipras arrogante, a quien parece importarle más la cucaña del poder que el bienestar de su propio pueblo; un pueblo que, por cierto, tiene, como todos los pueblos, el Gobierno que se merece. Yo le encuentro una cierta similitud con esos niñatos que, a los 37 años, siguen en casa de sus padres, sin dar un palo al agua, porque les sacan las castañas del fuego, les dan de comer y les lavan la ropa sucia. Cuando, como ahora en Grecia, parece haberles llegado el momento fatal del búscate la vida como puedas, todavía tienen la arrogante cara dura de hacerse las víctimas heridas en no se sabe qué dignidad, como el clásico gorrón de la pandilla que jamás ha echado mano al bolsillo para pagar algo; por si fuera poco, se muestran ufanos de ser tan buenos negociantes que enseñaron a negociar a los fenicios. Claro que el orgullo, cualquier orgullo, siempre ha dado poco de comer, y claro que, en la otra parte, tienen a una Europa que, como ha escrito Ignacio Camacho, «si cede principios para mantener la cohesión, acabará perdiendo la cohesión y los principios, además del dinero»; del dinero no suyo, sino de todos. E Isabel San Sebastián ha escrito, en su columna de ABC, que «la Unión Europea se desdibuja porque su alma ha quedado reducida al euro». ¡Ah!, pero luego está la coartada geoestratégica de Rusia y China y Obama; pues nada, hombre; ya que quieren mantener, a toda costa, el mayor presupuesto militar de Europa y consideran que eso es antes que las pensiones, pues que Obama y Rusia y China y la OTAN les paguen el tercer rescate, que será tan útil y eficaz, obviamente, como los dos anteriores… ¿Habrá por un casual unas democracias más válidas que otras?
Si una reciente portada de ABC reproducía la máscara de la comedia con el título Grecia se burla de Europa –Grecia no paga porque no le da la gana de pagar–, lo lógico es que, a menos que un milagro lo remedie, más pronto que tarde la portada a reproducir sea la máscara de la tragedia. El genio griego de Sófocles –de aquellos griegos inmortales quedan pocos, si es que queda alguno– pone en boca de Antígona esta pregunta atroz: «Quien, como yo, entre tantos males vive, ¿no sale acaso ganando con su muerte?» Y, en Edipo rey, pone en boca de Creonte esta otra, tan demodé hoy: «¿Crees tú que alguien iba a preferir el poder, con las inquietudes que comporta, a dormir tranquilo, pudiendo también gobernar?» El viejo Sófocles no conocía, obviamente, a esta nueva casta, a Tsipras, ni a Varufakis, ni a todos estos chicos de Syriza-Podemos, tan populistas, tan regeneradores de boquilla todos ellos y tan parecidos a ese reguero que van dejando los camiones de la basura, mucho más pestilente que lo que se llevan. Sin la menor sorpresa, encuentras en sus listas, ya sin buscar siquiera, incluso algún juez que otro, con tendencia a archivar rapidísimamente los entuertos amigos; o que declara, con sonrisa ufana e insensata, que la negociación del Gobierno socialista de ZP con ETA, que ZP negó una y otra vez, «fue una experiencia y un servicio público interesante». ¿Un servicio a quién, o a qué?
También es de esta semana la noticia de abogados del Estado en excedencia que asesoran rentablemente a fondos extranjeros en sus reclamaciones contra España, y argumentan que «en la Administración hay muy pocos incentivos»; y la noticia, tristísima, del jefe de Policía que nombrado por la alcaldesa Carmena toma posesión de su nuevo cargo y, para celebrarlo, al día siguiente se va de vacaciones; o la más triste aún de la purga de tres diputados provida en el PP; si todo lo que el PP puede ofrecer a sus hipotéticos votantes como símbolo de su identidad es eso, con Cifuentes como abanderada, apaga y vámonos; en la maravillosa biografía que André Maurois escribió sobre Disraeli alude a los que «al no considerar más que los resultados financieros, despreciaban las consideraciones políticas que son las únicas que engrandecen a las naciones»; o la de Tania Sánchez, que juraba y perjuraba que no entraría en Podemos, y punto, y ya ha entrado y punto y coma. Aquí no nos privamos de nada, ni de alcaldesas en Barcelona que se creen con derecho a no respetar más leyes que las que a ella le molen. He aquí el cambio. Claro que peor es lo del crucifijo de Evo Morales al Papa, clavado en la hoz y el martillo, o que en Grecia, los jubilados hagan cola en el corralito para tratar de conseguir los sesenta míseros euros de cada día y cuando los encuentran cerrados, o sin fondos, convierten el Podemos en el No podemos… A todo hay quien gane…