Puede parecer una exageración la viñeta de Ricardo que ilustra este comentario, pero a mí me parece que todavía se queda corto. Me lo parece a mí y a muchísima más gente, ya que, por lo visto y leído en las encuestas sociológicas de última hora -aquí lo que no es encuestado es como si no existiera-, sólo siete de cada cien españolitos menores de 24 años y con derecho a votar el próximo domingo apenas si saben qué día se vota, cuándo son las elecciones llamadas europeas y ya no digamos por qué son llamadas así. La mayoría no sabe, por supuesto, qué candidatos se presentan, ni les importa un pimiento. Así que, acostumbraditos como están a que se lo den casi todo hecho -las excepciones una vez más confirman la regla-, ya me contarán ustedes la cara que se les pone cuando les preguntan quién creen que ganó en el debate televisado en la Primera de TVE, que tuvo una audiencia de dos millones de espectadores, frente a los casi ocho millones que tuvo el partido de fútbol en el que, merecidamente, el Atleti le ganó la Liga al Barsa, en el que de Europa no se habló más que por alusiones y que, en resumidas cuentas, ha quedado reducido a una apasionante discusión sobre machismo y feminismo.
Y resulta que el resultado de las elecciones del domingo sí debería resultarles interesante a los españolitos menores de 24 años, como a todos los demás, porque resulta que, de ese resultado europeo, depende nada menos que el 80 por ciento de la legislación nacional, y esa influencia aumenta cada año, en vez de reducirse. Resulta también que los candidatos a las elecciones europeas, para las que se anuncia una abstención, ganada a pulso, de no menos del 50 por ciento del electorado, han conseguido, en la correspondiente encuesta, un suspenso general y que, como muy bien ha titulado ABC, el señor Arias Cañete, candidato por el PP, es «el mejor valorado en el suspenso general». ¿Por qué será que los socialistas Rubalcaba y Valenciano piden a Rajoy «que quite de en medio a Cañete»? Porque digo yo que, cuando les molesta, por algo será… También me ha parecido un acierto pleno y total que, en medio de esta chapuza y de todo este galimatías, ABC haya sacado a su portada del lunes lo que el entrenador del Atlético de Madrid ha dicho, en la fiesta madrileña de Neptuno, para resumir la clave del éxito de su equipo futbolístico: «Si se cree y se trabaja, se puede». ¡Ahí es nada lo del Cholo…! ¡Vaya dos verbos que ha recordado: creer y trabajar! Ya estoy oyendo a los vagos y maleantes de toda ralea y condición: ¡Hombre, así cualquiera…!
Antonio Burgos ha escrito uno más de sus fantásticos artículos en ABC. Pregunta en el título ¿Existe Arriola?, y sostiene que «el PP le llama Arriola a su miedo a ser lo que es -lo que es, no, querido Antonio; lo que debería ser-, a su pánico a ejercer la mayoría absoluta que los españoles le dieron». ¡Qué inexplicable, absurdo y contraproducente acomplejamiento ante quien, sin acordarse para nada, por ejemplo, de que las viudas que cobran medias pensiones intolerables también son mujeres, todos los derechos femeninos que tienen que reivindicar son el de asesinar un ser humano en el vientre de su madre! Pero, ¿de qué iba la cosa en el debate de TVE, de Europa, o de machismo? Ignacio Camacho ha escrito: «Los gurús electorales del PP sostienen la sorprendente teoría de que la mejor manera de ganar un debate es perderlo». Y Abel Hernández recuerda, en La Razón, que puede que llevara razón Umbral cuando escribió aquello de que España siempre vota a los Reyes Magos, y critica los «falsos debates, con alto contenido de estupidez, sobre machismos y feminismos anticuados tirándose los trastos a la cabeza unos a otros para que hagan ruido al caer al suelo, pero procurando no darse».
Todo esto, a un puñado de horas de acudir a las urnas para unas elecciones europeas en las que curiosa, paradójica, estrafalariamente Bruselas anuncia más ayudas a los euroescépticos. Los eurófobos podrían recibir unos 40 millones de euros, la próxima legislatura; o sea que ahí tienen ustedes el círculo cuadrado de una democracia que paga por anticipado sus funerales, de una Europa suicida que no sólo anuncia, sino que dará fondos europeos, de su dinero de usted y del mío, para que, precisamente, sus enemigos y detractores dinamiten la Unión Europea. ¡Ele…! Ya estoy oyendo al malage de turno: «No caerá esa breva…».