Idígoras y Pachi han vuelto a atinar plenamente, una vez más, como se puede comprobar en la viñeta que ilustra este comentario. Ahora que ya estamos todos otra vez en nuestro sitio, después del éxodo de las vacaciones de primavera -no hace mucho todavía a nadie se le ocurría hablar de otra cosa que de Semana Santa-, el españolito de a pie vuelve a encontrarse con más de lo mismo: corrupción descarada y falta de reacción política. El nuevo fraude de la Junta de Andalucía -que la Junta de Andalucía no quiere ver o no le interesa- es todavía más deleznable que el de los ERE; uno y otro no tenían el menor reparo en utilizar para el propio provecho fondos destinados a los trabajadores en paro y, en este nuevo caso, encima camuflado como cursos de formación. Los ideólogos de la corrupción y los enfermos de ideologías políticas ya andan buscándole lenitivos a la cosa: que si un millón más o un millón menos de euros, que si no es para tanto, que tú más… En fin, el asco de siempre. Un solo euro robado a un parado ya es más que suficiente para la reacción fulminante de una sociedad que no esté, como está la actual sociedad española, enferma y anestesiada. Lo último que discuten los habituales de las tertulias radiadas o televisadas es si los hoteles y las playas llenas, de la pasada semana, se deben a la mejora económica y al buen hacer del Gobierno de Rajoy, o al sol. Y a ese debate le dedican tiempo, mientras la Deuda crece vertiginosamente y los jóvenes españoles tienen, en gran parte, como todo horizonte, o el paro, o trabajo precario. Pueden hacer todos los maquillajes que quieran, pero esto es lo que hay, lamentablemente, y no decirlo con claridad es engañar miserablemente a la gente. Con elecciones europeas, o sin ellas.
Es más que llamativo que el PSOE encuentre bochornosa e intolerable la política de recortes -inevitable- del Gobierno, al mismo tiempo que encuentra maravillosos los recortes del Presidente socialista Hollande en Francia, que ha congelado pensiones y sueldos públicos nada más que por 50 mil millones de euros. Al fondo de todo este tinglado hay un hecho sociológico tan real como dramático, que acaba de denunciar Charles Goodhart, catedrático de la London School of Economics: que «esta crisis está dañando más a la clase media que la del 29»; o sea, que hay más ricos y más pobres, pero que en el medio la brecha se acrecienta. Y esto no se va a arreglar tan fácilmente, ni de hoy para mañana. Vamos a pasar unos cuantos años más así. Mientras tanto, el sueño de una Unión Europea más fuerte y unida se aleja, por la creciente e irresponsable amenaza de los separatismos, sean en Cataluña o en Escocia, en Gales o en el norte de Italia, o en Vascongadas. Ustedes, igual que yo, han tenido la desgracia de poder escuchar al Presidente del PNV vasco decir eso de que España ya no es una, grande y libre; algo que él considera tan franquista queda reservado exclusivamente para su Euskadi. Ustedes, igual que yo, han podido ver en los periódicos cómo alcaldes catalanes han vetado procesiones con Legionarios por españolistas; y hoy mismo pueden ver en los periódicos cómo han manipulado un cuadro histórico para presentar a España como opresora, cambiando el color de las banderas extranjeras en los barcos de un grabado de 1692 y poniendo la bandera roja y gualda española cuando todavía no existía. De la gente falsa sólo se puede esperar falsedades, y el que espere otra cosa va listo; eso no hay diálogo que lo arregle. La cabra siempre tira al monte. Afortunadamente, parece que parte de la sociedad civil catalana empieza a perder el miedo y a combatir el desafío de Arturo Mas, el obseso. Mutatis mutandis, aquí pasa como con lo de ETA: que hasta que el miedo no cambie de bando, no hay nada que hacer. Y a Dios gracias en Cataluña parece que algo empieza a cambiar, cuando el portavoz de la Plataforma Sociedad Civil Catalana afirma, en la COPE, que «el nacionalismo lo pudre todo en Cataluña»; y cuando un 79 % de los que responden a una encuesta cree que debe decidir, obviamente, toda España, por mucho que los sabios de Mas alimenten burda y falazmente la gran mentira de la independencia feliz, como ha titulado El Mundo.
Pero entre vacaciones de primavera y vacaciones de verano, con elecciones europeas de por medio, no se olviden de que hoy, en España, cada vez hay más niños pobres, más familias con todos sus miembros en paro y más de 4,4 millones de personas que viven solas. Y las pensiones de los jubilados tiene que ser riqueza acumulada y respetada; que nadie confunda previsión con asistencia o beneficencia, ni ahorro familiar con maná del que seguir chupando quienes no dan golpe.