Vieja, viejísima y rancia historia la que recuerdan Idígoras y Pachi en la viñeta que ilustra este comentario: aceptar las propias responsabilidades, sin mirar hacia otro lado, sigue siendo una asignatura pendiente en el ámbito de la política; también en otros ámbitos, pero especialmente en el de la política. En esta España de 2014 que se echa a la carretera y a las playas, para unos nada cortos días de descanso, y camufla la Semana Santa por excelencia de vacaciones de primavera, nos sobran por todas partes ejemplos de falta de responsabilidad en la política. Es muy fácil destruir; construir ya es algo más complicado. Por ejemplo, se carga uno el Código Civil, se carga uno la institución del matrimonio, convierte a toda una región como Andalucía en un 51 % de subvencionados por el 49 % restante, deja uno que se corrompa la Justicia y que los medios de comunicación se disputen el favor de los poderosos, y todo eso se maquilla de nuevo orden mundial… y luego, si te he visto no me acuerdo.
Si te he visto no me acuerdo quiere decir, por ejemplo, que, a día de hoy, mientras los diputados y los presentadores estrella de radio y televisión disfrutan del doble de vacaciones de primavera que los niños, te vas a los periódicos y lees que la Deuda Pública es ya prácticamente el 100 % del Producto Interior Bruto (PIB). O sea, que todo lo que se produce en España durante un año lo debemos. Y los diputados y los jueces y los periodistas estrella…, de vacaciones de primavera. O lees, con gran regocijo de quien lo publica –El País, naturalmente- que el Constitucional aplaza sin fecha la sentencia sobre la actual Ley del aborto; o sea, que de lo dicho no hay ná. Y que lo de las promesas electorales es para unos días antes de acudir a las urnas, como tendremos ocasión de comprobar próximamente en las europeas.
La prueba del nueve ha sido, estos días, lo de Andalucía, donde vaya usted a saber por qué, lo que hoy es perfectamente legal, mañana puede ser perfectamente ilegal, y viceversa. Y donde la Presidenta de la Junta, que acaba de legitimar a los antisistema -esa Junta que subvenciona a los islamistas que quieren expropiar a la Iglesia la catedral de Córdoba-, no tiene el menor reparo en fotografiarse, en las procesiones de Málaga, junto al Cautivo, o junto a la Madre de Gracia y Esperanza. El paripé es el paripé, y el costumbrismo católico español, que, a veces, tiene que ver con la fe lo que yo te diga, cubre las apariencias.
En un capítulo titulado Amor, lujo y buena conciencia, de un libro titulado Razón: Portería, que acaba de editar Galaxia Gutenberg, Javier Gomá, Director de la Fundación Juan March, ha escrito: «Por eso resulta más cómodo, más reconfortante y más tranquilizador contemplar, en nuestro entorno, ejemplos de conductas vulgares. ¿Por qué tienen tanto éxito los reality shows? Porque el espectáculo de esa mediocridad moral, de esas vidas rotas y deformadas, produce sobre nuestro ánimo un efecto sedante. ¡Qué horror!, nos decimos, mientras apagamos la tele y, a continuación, nos metemos en la cama acunados por el sentimiento de nuestra superioridad moral. El escándalo que nos suscitan las noticias sobre la corrupción de los políticos queda parcialmente compensado por cierta sensación de autocomplacencia: Son unos golfos, murmuramos con desprecio como quien mira el mundo a sus pies». Lo dicho: vivimos en la apoteosis del paripé.
Apostaba yo el otro día, tomándome un café con un amigo, lo que luego he visto que apostaban también algunos comentaristas: ¿A que no, a que no se rompe lo de IU y el PSOE en Andalucía? Naturalmente, ha sido que no.
Me ha conmovido leer a Alfonso Guerra metiéndose con el cardenal Rouco y escribiendo: España siempre tuvo una élite autodestructiva. ¡A él se lo van a contar!… Resultaron impecables los discursos de Rajoy y de Rubalcaba, hace unos días en el Parlamento, sobre lo de Cataluña: ¡una verdadera lección democrática!; pero lo que de verdad nos interesa saber a los españoles es en qué se van a concretar esas palabras. ¿Van a exigir que se cumplan las leyes? ¿Cuándo y cómo? ¿Desaparecerán las pseudo embajadas? ¿Van a cambiar la Ley electoral que hace posible que las minorías tengan la llave de la gobernación en este país, o les van a dar Hacienda propia?
Mientras esto y otras cosas no se arreglen, déjenme desearles a todos una muy feliz Pascua del Señor.