No 1, sino 99 ovejas perdidas
La prioridad número uno para la Iglesia no ha cambiado: sigue siendo la nueva evangelización. Pero el ardor que pone el Papa Francisco en este empeño no deja de sorprender un solo día. En su primera Semana Santa como obispo de Roma, ha pedido iglesias y confesionarios siempre abiertos para acoger al que venga, «pastores que huelan a oveja» y una Iglesia misionera, que salga a la calle y no tema asumir riesgos, porque ya no hay una, sino 99 ovejas perdidas
La Iglesia existe para evangelizar. Por eso «está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no sólo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia…». Porque, «cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar, deviene autorreferencial y entonces enferma», cae en «una suerte de narcisismo teológico».
Éste es básicamente el contenido de la intervención del cardenal Bergoglio durante las Congregaciones Generales, previas al Cónclave en el que resultó elegido Papa. Los cardenales debatieron durante una semana en Roma sobre los retos que afronta la Iglesia, y el arzobispo de Buenos Aires, que apenas agotó cuatro de los cinco minutos de los que disponía, resaltó la prioridad absoluta de la evangelización. A ese objetivo deben subordinarse otras líneas de actuación, como «los posibles cambios y reformas que haya que hacer para la salvación de las almas».
Con la autorización del Papa, los apuntes de esta intervención fueron difundidos durante la Misa Crismal por el arzobispo de La Habana, el cardenal Jaime Ortega.
La Iglesia debe estar en la calle
Quienes ya conocían al cardenal Bergoglio le habían escuchado lanzar muchos mensajes similares en Buenos Aires. La Iglesia debe estar «en la calle, tratando de que se manifieste más la presencia de Jesús vivo», decía a los párrocos y responsables de comunidades educativas, en su Carta pastoral para la Semana Santa 2013. «Los tiempos nos urgen. No tenemos derecho a quedarnos acariciándonos el alma. A quedarnos encerrados en nuestra cosita… chiquitita».
Esta urgencia evangelizadora es ampliamente abordada en el libro-entrevista El jesuita, de 2010, reeditado la pasada semana con el nombre El Papa Francisco. Conversaciones con Jorge Bergoglio (Ediciones B): «Una vez me decía un sacerdote muy sabio que estamos frente a una situación totalmente opuesta a la que plantea la parábola del pastor, que tenía noventa y nueve ovejas en el corral y fue a buscar a la que perdió: tenemos una en el corral y noventa y nueve que no vamos a buscar», decía el arzobispo a los periodistas Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti. «Creo sinceramente que la opción básica de la Iglesia, en la actualidad, no es disminuir o quitar prescripciones o hacer más fácil esto o lo otro, sino salir a la calle a buscar a la gente, conocer a las personas por su nombre. Pero no sólo porque ésa es su misión, salir a anunciar el Evangelio, sino porque el no hacerlo le produce un daño…, se atrofia física y mentalmente» y se vuelve «paranoica, autista». Por ello, aunque salir a la calle implica riesgos, «prefiero mil veces una Iglesia accidentada a una Iglesia enferma», decía.
¡Qué pena, tantas parroquias cerradas!
Según el Santo Padre, los tiempos piden un cambio de actitud, una mayor conciencia misionera. «¡Qué pena, tantas parroquias cerradas!», se lamentaba durante su primera audiencia general, celebrada el Miércoles Santo en la Plaza de San Pedro. La Iglesia debe estar preparada para recibir al que viene, y para salir «al encuentro de los demás, para ir hacia las periferias de la existencia», acercándose especialmente a los «más lejanos, aquellos que son olvidados, que tienen más necesidad de comprensión, de consolación, de ayuda».
El propio Papa daba ejemplo de lo que entiende por ir a la periferia, al celebrar el Jueves Santo en un centro penal de menores, y lavar los pies a 12 jóvenes, incluidas dos chicas, de ellas, una musulmana.
Por la mañana, durante la celebración de la Misa Crismal, el nuevo obispo de Roma animó a sus sacerdotes a ser «pastores con olor a oveja», a derramar sobre los demás la unción recibida, a implicarse en la vida de su gente, «con sus penas y alegrías, con sus angustias y esperanzas».
Tras esta Misa, el Papa mantuvo «una larga e intensa conversación telefónica» con Benedicto XVI, según reveló la Santa Sede. «Fue una llamada muy, muy bella, intensa y significativa», en palabras del secretario que Francisco ha tomado prestado de su predecesor, el monseñor maltés Alfred Xuereb (como arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Bergoglio carecía de asistente personal).
Después, se incorporó a la comida que, como cada año, el sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo Angelo Becciu, celebra con varios sacerdotes romanos. Eran siete, todos volcados en la pastoral social, y le contaron al Papa conmovedoras historias acerca de su labor en Cáritas, con gitanos, como curas obreros o entre los marginados. Francisco les escuchó con atención, a veces emocionado, con lágrimas asomando en los ojos, y a veces entre bromas y risas.
Al final, les dejó algunos consejos prácticos, todos muy en su línea: tener las iglesias siempre abiertas, «con un sacerdote disponible para confesar»; estar en contacto con los propios fieles; preparar homilías breves e intensas…