Nacimiento de Juan Bautista - Alfa y Omega

Nacimiento de Juan Bautista

Sábado de la 3a semana de Adviento / Lucas 1, 57-66

Carlos Pérez Laporta
'Nacimiento de san Juan Bautista'. Barent Fabritius. Ständel Museum, en Fráncfort del Meno, Alemania
Nacimiento de san Juan Bautista. Barent Fabritius. Ständel Museum, en Fráncfort del Meno, Alemania. Foto: Städel Museum.

Evangelio: Lucas 1, 57-66

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.

A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo:

«¡No! Se va a llamar Juan». Y le dijeron:

«Ninguno de tus parientes se llama así»

Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió:

«Juan es su nombre». Y todos se quedaron maravillados.

Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.

Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo:

«Pues ¿qué va a ser este niño?». Porque la mano del Señor estaba con él.

Comentario

«Ninguno de tus parientes se llama así». El nombre de Juan debía ser una novedad radical en la familia, porque aquel hijo no provenía totalmente de la familia. Dios había intervenido desde el cielo. El nombre debía señalar esa irrupción vertical en la continuidad horizontal de la familia. Aquel hijo era un milagro.

Pero en realidad cada hijo lo es. Y, por lo mismo, también cada hermano, y cada familiar. En cada uno de nosotros hay siempre más que lo que nuestros padres han puesto. No somos la pura continuación de una genética. No somos una línea que se alarga en el tiempo. No somos algo, somos alguien. Por eso tenemos un nombre, y no un número. Nuestro nombre alude a lo único que somos, a ese alguien inexplicable solo en lo biológico o en lo cultural. El nombre siempre alude a la irrupción vertical de Dios en cada uno de nosotros, en cada familia. Cada hombre es un nuevo inicio de Dios.

Y ojalá solo abriéramos la boca como Zacarías en nuestras reuniones en familia, para decir con toda conciencia cada nombre cargado de silencio, plegado al misterio de la intervención divina en cada uno de nosotros. La Navidad no es una celebración familiar. Pero la Navidad es la celebración de la renovación de toda la creación. Dios viene, y está entre nosotros. Por eso, en familia podemos celebrar la navidad si reconocemos que Dios está y viene en cada uno de nosotros, si la presencia de Dios en cada hombre conduce nuestra manera de reunirnos en familia estos días. Celebrar la navidad en Familia es reconocer a Dios en cada uno de nosotros.