Mario Riboldi, el que fue cura «nómada y gitano»
La pastoral con los gitanos está de luto por el fallecimiento de Riboldi, tras una larga trayectoria sacerdotal viviendo como nómada en los campamentos gitanos de Italia
«Todos los que le hemos conocido, sacerdotes, delegados y agentes de pastoral, hemos aprendido mucho de su entrega, humildad y tesón en pro de la evangelización de nuestros hermanos gitanos, y le damos gracias por haber tenido tanta dedicación y amor al pueblo gitano, hasta el punto de llegar a hacerse uno con ellos», ha destacado en una nota el Departamento para la Pastoral con los Gitanos de la Conferencia Episcopal Española.
José María Ferreira, párroco de Barbastro, conoció a Riboldi una de las veces que el italiano pasó por esta localidad con motivo de la beatificación de Ceferino Giménez Malla, el Pelé, en 1997, de cuya causa fue el primer impulsor. «El venía aquí todos los años y se le veía muy entregado al pueblo gitano –recuerda–. Visitaba a las familias en sus casas, esa era su vida. Fue una persona de pocas palabras y de ideas muy claras, y escuchaba mucho. Él quería acompañarlas para que sintieran que estaba con ellas de verdad. Y Las familias gitanas lo sentían como suyo».
Cada año llegaba a Barbastro en su caravana, «como un nómada», dice Ferreira, y la aparcaba en la casa diocesana. «No entraba nunca dentro, en la caravana tenía incluso su capilla y ahí celebraba la Misa todos los días», dice el párroco de Barbastro. Además de impulsar la causa de beatificación de el Pelé, organizó la primera peregrinación internacional de gitanos a Pomezia (Italia) en 1965 con Pablo VI, y preparó un Evangelio en lengua romaní.
Belén Carreras, anterior directora de la pastoral con los gitanos de la Conferencia Episcopal, cuenta que todo empezó cuando don Mario, ordenado sacerdote en Milán en 1953 de manos del cardenal Montini –futuro Pablo VI–, fue un día de 1954 a confesarse en bicicleta a un santuario cercano, y en el trayecto se topó con un campamento gitano: «Se quedó muy impresionado y se preguntó: “¿Quién va a llevar el Evangelio a esta gente?”. Así que fue a hablar con su obispo y le pidió permiso para frecuentarlos; y al cabo de algún tiempo fue otra vez a pedir su bendición para ir con ellos ya como un itinerante más».