Muere Franco Battiato, el nómada al que le dolía Dios - Alfa y Omega

Muere Franco Battiato, el nómada al que le dolía Dios

Introdujo el pop en el Aula Pablo VI y toda su vida fue una continua búsqueda de Dios. Franco Battiato muere en Roma a los 76 años, marcado por aquella música que escuchó de niño en su parroquia, el Domingo de Ramos

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Foto: Efe / EPA / Claudio Onorati-Giglia

A Franco Battiato le dolía Dios. Le dolía tanto que no dejaba de buscarlo. Sentía tal deseo de Él en su interior, de buscarle y de encontrarle, que no se contentaba con lo que decían otros. Ni siquiera las religiones. Ni siquiera el cristianismo, al que reconocía en sus raíces vitales. Ni siquiera el budismo, con el que coqueteó durante muchos años de su vida.

«Yo vengo a buscarte, porque estoy bien contigo, porque necesito tu presencia», cantó en 1989 ante el Papa Juan Pablo II en el Aula Pablo VI, en el que fue quizá el primer concierto pop que acogió el Vaticano.

«Un rapto místico y sensual me aprisiona a Ti. Debo hacer como el eremita que renuncia a sí, para hablar contigo, porque me gusta lo que piensas y lo que dices», cantó visiblemente emocionado en aquella ocasión. «Es una canción de amor que mira a lo alto», reconocería años después.

Entusiasta de la meditación diaria desde los años 70, se sumergió durante años en un Océano de silencio, otra de sus canciones más populares, que también interpretó en aquella ocasión: «Cuánta paz encuentra el alma dentro», confesaba.

«Dios es amor puro, y antes de llegar a él hace falta verdaderamente mucha, mucha paciencia», decía hace unos años a Jotdown. Su itinerario comenzó cuando a los dieciséis años, saliendo de la iglesia de su barrio, el Domingo de Ramos, se sintió cautivado al escuchar la música que había puesto el párroco en los altavoces del templo: La Pasión según San Mateo, de Johan Sebastian Bach. «Sentí como si una fuerza tirara de mí hacia arriba. Para un niño como yo era entonces fue una experiencia increíble. Me acordaré toda la vida», diría más tarde.

Los años siguientes fueron una continua búsqueda, un nomadismo que en lo profesional le llevó a experimentar con la música psicodélica, y que en lo espiritual le condujo a indagar en diversas religiones: el hinduismo, el sufismo, el judaísmo y el cristianismo también, entre otras. Pero siempre con el acento místico que reflejó después en sus composiciones.

Por eso mencionaba a san Juan de la Cruz y a santa Teresa de Jesús entre sus referencias vitales. Y por eso también llegó a grabar en los años 90 una Misa arcaica, en latín, completa, con su Kyrie, su Gloria, su Credo, su Sanctus y su Agnus Dei, porque «para comunicar ciertos sentimientos, ciertas emociones y ciertas opciones del corazón es necesario seguir caminos bien definidos», decía.

Y así, entre su característico nomadismo y su deseo de comprobar las certezas obtenidas por otros, Franco Battiato nos ha dejado en su Sicilia natal, tierra de navegantes como lo fue él por ese océano interior en el que se movía.

«Necesito tu presencia para comprender mejor mi esencia», cantó en aquel concierto ante Juan Pablo II. Hoy Battiato ya comprende. Descanse en paz.