Milagros aragoneses contra la despoblación
Recorremos durante un fin de semana el Alto Aragón, donde están los pueblos más bonitos de España. Además de contar con un gran patrimonio de fe y cultura,esta región es ejemplo para llevar vida a las zonas rurales
Nunca había presenciado un favor de la Virgen hasta el sábado 10 de junio. Ese día me encontraba en el campanario del santuario de Torreciudad (Huesca) junto a un grupo de periodistas que visitábamos la zona para descubrir las atracciones turísticas, culturales y religiosas del Alto Aragón. Encaramados al pináculo del templo, el director de Promoción del santuario, Carlos Figuero, contaba que siempre que subía allí con los peregrinos preguntaba si alguno había recibido un favor por parte de la Virgen María. El 100 % de las veces la respuesta era positiva. «Recuerdo la historia de un matrimonio que me confesó que estaba haciendo su último viaje juntos, pues a la vuelta se iban a divorciar. En Torreciudad, impulsados por la Virgen, se pidieron perdón y continuaron juntos».
En esta ocasión, sin embargo, el director obvió la pregunta. Pero, entonces, alguien invitó a Figuero a no romper la tradición y le instó a que planteara la cuestión. Lo que ocurrió a continuación fue visto, por muchos de los presentes, como un ejemplo práctico de cómo María cuida a sus hijos. Una de las periodistas con más experiencia del grupo reveló que ella misma, hace muchos años, había pedido a la Virgen de Torreciudad que mantuviera con vida a su marido enfermo. «Tras la petición, aguantó con vida otros 15 años más», reveló entre lágrimas.
No fue el único milagro del que tuvimos constancia durante el viaje, que dio comienzo en la catedral de Barbastro-Monzón, consagrada en el siglo X, tras la Reconquista. El templo, al igual que el clero —el 88 % de los sacerdotes perdió la vida— fue arrasado durante la Guerra Civil. Quemaron todos los retablos de las capillas laterales. Solo se salvaron el retablo mayor y los dos contiguos. Un anarquista influyente logró detener el aquelarre incendiario aludiendo al valor artístico de las obras, realizadas por Forment, el introductor del renacimiento escultórico en Aragón, y por su discípulo Juan de Liceire. «El basamento es alabastro y la parte superior pino policromado», explicó la guía.
En el Alto Aragón hay incluso, podríamos decir, milagros civiles. Sus nombres: Lingüerre de Cinca y Morillo de Tou, símbolos de la España despoblada y también de que es posible revertirla. Ambos enclaves, a los que llegamos tras degustar varios caldos de la Bodega Pirineos, tienen una historia parecida. Se despoblaron con la creación de los embalses de El Grado y Mediano, que inundaron las tierras de cultivo. Años después, sin embargo, fueron recuperados por UGT y CC. OO. y hoy dan trabajo a entre 40 y 80 personas. Los sindicatos han ido restaurando los inmuebles gracias, en gran medida, a las ayudas públicas, y han convertido los dos pueblos en centros turísticos de primer orden. Cuando llegamos a Lingüerre de Cinca nos encontramos con una boda y, más allá, con unas inspiradoras vistas del embalse de El Grado, que hacen desenfundar el móvil a cualquiera.
Cambiamos de lugar, pero el teléfono sigue en nuestras manos para inmortalizar Boltaña, Aínsa o Alquézar y Roda de Isábena, dos de los pueblos más bonitos de España. El último de ellos, además, es el más pequeño de España que tuvo catedral. «Fue la sede episcopal del condado de La Ribagorza. La primera construcción data del siglo X», explica una mujer, la guía, que transmite con pasión la historia del templo, donde se encuentra el sarcófago de san Ramón, patrono de la diócesis de Barbastro-Monzón. La catedral fue bajando de categoría con el tiempo: pasó a colegiata cuando Ramón de Berenguer IV, conde de Barcelona, se llevó la diócesis a Lérida y a parroquia con la desamortización de Mendizábal. Ahora, sobre su altar, se realiza el milagro más grande de esta historia, la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Es la fiesta del Corpus Christi. El oficiante es Aurelio Ricou, que tiene a su cargo otros 60 pueblos, «pero que conste que somos tres sacerdotes».