Mikel Garciandía: «Me subo a un tren que ya está en marcha» - Alfa y Omega

Mikel Garciandía: «Me subo a un tren que ya está en marcha»

El obispo electo de Palencia nació a la fe en un contexto social «muy duro», asegura. «Nos preguntaban si éramos antes vascos o cristianos»

José Calderero de Aldecoa
Mikel Garciandía (izquierda) junto a su padre, de 91 años, y su hermano pequeño, también sacerdote.
El nuevo obispo (izquierda) junto a su padre, de 91 años, y su hermano pequeño, también sacerdote. Foto cedida por Mikel Garciandía.

¿Cómo vivió su nombramiento? Creo que ha sido un momento agridulce.
Sí, mi madre murió el 26 de septiembre y el 9 de octubre fue cuando recibí la comunicación de la Nunciatura. Había sido, por un lado, un año muy duro con mi madre y, por otro lado, un año de crecimiento en distintos proyectos que tenía en marcha. De esta manera, la llamada del nuncio la viví como un cambio de ciclo. Empiezo ahora otro momento vital que vinculo mucho a mi madre.

¿Le marcó de alguna manera en su vocación que su hermano pequeño se fuera antes al seminario?
Desde pequeño sentía cierto barrunto de que yo era para Dios. Me gustaba mucho ir al monasterio de Estíbaliz. Lo que pasa es que terminé la carrera de Filosofía y no veía clara la llamada vocacional. Me puse a trabajar en un colegio y fue cuando mi hermano se marchó al seminario. Dos años después me invitó a hacer el Camino de Santiago desde Roncesvalles y llegamos justo para participar en la JMJ. A partir de las preciosas catequesis de san Juan Pablo II, comencé un discernimiento serio y dos años después entré en el seminario.

¿Solo tiene hermanos varones?
Sí. Mi madre solo tuvo hermanos y le pidió al Señor tener hijas, pero llegamos cuatro chicos. Nos decía: «Traedme unas nueras guapas a casa» y dos de nosotros nos fuimos al seminario. Hubo dos, sin embargo, que sí la obedecieron. Formamos todos una familia junto a mi padre, que sigue vivo a sus 91 años.

¿Qué importancia le da a la transmisión de la fe en la familia?
He aprendido lo que era la fe cristiana en casa. Mi madre nos consagraba a la Virgen cuando éramos pequeñitos y nos llevaba a la ermita. Mi padre era muy devoto de san Miguel. Iba a su santuario más próximo. De hecho, le pidió a Dios una buena esposa e hijos por intercesión de san Miguel Arcángel. Mi cristianismo lo he aprendido en la vida concreta, pero en un contexto muy duro, muy polémico, muy político. Mis padres tomaron decisiones que no eran nada populares y que a veces tenían un precio. Yo me daba cuenta de que su coherencia estaba por encima de consideraciones como la conveniencia o el miedo. También me ayudó mucho la parroquia, donde participaba junto con mis hermanos en un grupo juvenil de oración. Eso nos cohesionó mucho en un ambiente que además no era nada proclive al cristianismo. En los años 80, en el norte de Navarra, era una situación bastante de catacumbas.

Bio

Garciandía nació el 21 de marzo de 1964 en Etxarri Aranatz (Navarra). Fue ordenado sacerdote en la diócesis de Pamplona y Tudela en 1995. Es licenciado en Filosofía y Letras, en Teología Fundamental y doctor en Teología. Actualmente desempeña los cargos de director de la casa de Espiritualidad de Santa María de Zamartze; capellán ministro del santuario de San Miguel de Excelsis, en el monte Aralar, y vicario episcopal de la zona de Mendialde, entre otras cosas. Tomará posesión de su cargo este sábado, 20 de enero.

¿Pusieron la fe por delante de la política cuando a lo mejor había muchos otros que hacían lo contrario?
Eso es. De hecho, a nosotros nos preguntaban si éramos antes vascos o éramos antes cristianos. Esa era la tesitura: aut… aut… (una cosa o la otra). Yo nunca entendí ni compartí esa postura. Primero está la persona y luego las especificidades culturales, idiomáticas, raciales, nacionales. Eso viene después. El catolicismo a mí me ha enseñado a mirar al ser humano como hijo o hija de Dios. El resto de particularidades son riquezas de esa comunión; pero no son, ni deben ser, motivo para enfrentarnos y menos para odiarnos y matarnos.

¿Dónde le gustaría poner el acento como obispo de Palencia? ¿Cuáles van a ser sus líneas pastorales?
La gente de Palencia ha tenido el acierto de que aunque el obispo presentó la renuncia hace dos años, en lugar de paralizarse y quedarse bloqueados hasta que llegase el nuevo decidieron activar un trienio pastoral que está muy bien trabado con actividades y objetivos. Así que tengo la suerte de subirme a un tren en marcha. De aquí al verano quiero aprender de ellos, saber quiénes son, saber cómo funcionan y luego, a eso irle dando mi impronta. Pero no vamos a parar el tren para ver si a mí se me ocurre ahora una idea genial. De hecho, muchos de los textos que me han presentado están totalmente alineados con mis planteamientos.

En su carta de presentación a la diócesis habló de trabajo en equipo, comunidad y fraternidad. ¿La idea es que la sinodalidad sea el método de trabajo en Palencia?
En la Iglesia tenemos que tener la capacidad de articular bien las cosas. No es que antes todo era primado y ahora todo es sinodalidad. A mí me parece más bien que el primado es para lo que es, para mostrar la comunión y la unidad de que todos somos uno en Cristo, y luego hay una serie de servidores, de ministros, que ayudan en esta tarea. La sinodalidad tiene que estar complementada con la colegialidad. Es necesario que exista una gran colegialidad episcopal y tiene que haber una cierta colegialidad en los ministros, para no acabar ahogados por las propias parroquias. Para ello, hay que cohesionar muchísimo más el trabajo del clero. Y desde ahí, me parece a mí, es necesario desterrar la idea de que los laicos son nuestros colaboradores. Un laico es un cristiano tan corresponsable como un cura de la Iglesia.

La sinodalidad no tiene que ser una especie de moda que ahora toca y todos hablamos de ella. Se trata de un desarrollo natural de la Lumen gentium, del Concilio Vaticano II. Es un volver a la misma línea en la que estaba la Iglesia primitiva. Las comunidades de los Hechos de los Apóstoles están formadas por distintas personas, que oran y disciernen en conjunto, y luego ya les toca a los apóstoles tomar algunas decisiones concretas, pero enraizadas en esa colegialidad y sinodalidad. Hay que decir también que la sinodalidad no es una especie de salto en el vacío hacia el asamblearismo. Yo es el peligro que he visto en los grupos sinodales, que en lugar de hacer lo que nos pedía el Papa, que era una lectura orante en el Espíritu y una comunicación de vida desde lo que el Espíritu nos decía, muchas veces los grupos, me daba la impresión, de que eran lo que se me ocurre y lo que yo opino. Así la sinodalidad no funciona.