Miguel Ángel Hernández: «No quiero estar en un despacho y distanciarme del pueblo»
El religioso madrileño es, desde el 22 de marzo, el nuevo prior general de la Orden de Agustinos Recoletos, un mandato que se extenderá hasta 2028. Su vida religiosa la ha desarrollado entre Brasil y España
¿Se espera uno esta elección?
Uno no espera nada, pues no hay candidatura. Es cierto que tengo experiencia de gobierno, pero una cosa es conducir y dirigir una provincia y otra toda la orden, con las diferentes realidades, desafíos, culturas y lenguas.
Vayamos al inicio. ¿Cómo se forjó su vocación religiosa?
Es un poco genética. Mi padre tenía tres hermanos agustinos recoletos. Me llamaba mucho la atención, cuando se juntaban, su testimonio, su alegría, la manera de tratar a mis abuelos. Todo aquello, dentro de un ambiente religiosos, me marcó. Luego empecé a participar en grupos juveniles de las Hijas de la Caridad, y eso fue cultivando y despertando el deseo de seguir al Señor. Hablé con uno de mis tíos y terminé entrando en los Agustinos Recoletos.
Su formación la realizó en Granada, Madrid y Burgos. Y en cuanto se ordenó sacerdote fue enviado a Brasil.
Me ordené un 30 de junio y el 21 de septiembre estaba en Río de Janeiro. Pasé un año en São Paulo y luego fui a Belém do Pará, en la región amazónica de Brasil. Allí estuve nueve años en el campo de la formación, con seminaristas menores y alguno de la etapa de Filosofía. Después volví a Río, donde me quedé seis años como vicario provincial. En total, fueron 16 años hasta mi regreso a España, cuando me eligieron prior provincial de la provincia de Santo Tomás de Villanueva [que incluye España, Brasil, Argentina, Perú y Venezuela].
¿Qué significa para usted Brasil?
Es mi casa. Tengo nacionalidad brasileña. Me siento y me identifico con ellos, amo a su gente, su cultura. Brasil ha sido mi escuela para ser sacerdote y religioso. Aunque estuve en el seminario, también pude estar en contacto con los fieles en una parroquia muy viva. Es un mundo muy distinto. Cuando venía a nuestra España, un tanto envejecida eclesialmente, extrañaba mucho las celebraciones festivas y musicales.
¿Le costó el cambio cuando le nombraron provincial?
Lo compensaba con las visitas a las casas. No solo me encontraba con los frailes, sino también con las fraternidades, las juventudes… He procurado no perder el contacto con la gente, me hace buscar más a Dios, me ayuda en mi vida religiosa. No quiero meterme en un despacho y distanciarme del pueblo, de la gente. No sé si será posible como prior general, pero lo intentaré.
¿Cómo está la salud de la orden?
Toda la vida religiosa está envejeciendo. Hay signos de decadencia y signos de vida, de esperanza. Nosotros queremos en estos próximos seis años promover acciones que nos den vida. La reestructuración que hemos hecho, como la mayor parte de las congregaciones, busca poner la atención en lo esencial, no simplemente cerrar casas.
¿Cuáles son los signos de esperanza?
No estamos en el peor momento ni creo que seamos de las congregaciones con mayor penuria vocacional. Tenemos más de 20 novicios en Navarra y grupos numerosos que estudian Teología. En Asia las vocaciones está fuertes.
¿Cuál es la clave para atraer a los jóvenes?
Siempre he tenido claro que lo que tenía que hacer era llevarlos a Jesús, que no podía construir nada sobre mí mismo. A veces, tenemos la tentación de querer ser el cura o el fraile simpático al que el grupo de jóvenes da culto. Luego se va el fraile y no queda nada. Hay que construir sobre Cristo y llevar a los jóvenes a su encuentro. Es importante que nos vean alegres y contentos con nuestra vocación. Si no estamos alegres, solo contagiaremos decepción.
¿Cuáles son las prioridades de la orden para este mandato?
Queremos trabajar el acompañamiento y la formación permanente de los frailes. Cuidamos de los jóvenes, de los alumnos, de las familias, de los enfermos… ¿Y quién cuida de nosotros? También nos cansamos, nos desanimamos, pasamos situaciones difíciles. Hay muchos frailes que están quemados. Queremos dar una respuesta a esto. Luego tenemos que cumplir nuestra misión, que es la de evangelizar. Y lo tenemos que hacer desde la sinodalidad, desde el trabajo en equipo con los laicos. Tenemos que hacer que nuestro carisma se encarne en los laicos, para que siga adelante con o sin nosotros. El carisma no es patrimonio de la orden.
Es la misión compartida, ¿no?
Los laicos no pueden ser los ejecutores de las decisiones que tomamos. Tienen que estar en los foros de reflexión y decisión. Nos estamos planteando la posibilidad de que participen en nuestros capítulos. También hemos abierto la puerta para que estén en nuestros organismos y nos acompañen.
¿Qué mensaje nos daría san Agustín en estos momentos?
San Agustín decía que los tiempos no son malos, y que son los hombres los que hacen los tiempos. Si queremos tiempos buenos, necesitamos hombres buenos. A pesar de ser un hombre del siglo IV es muy actual. Supo entrar en contacto con las diferentes culturas y tiene mucho que enseñarnos a la hora de relacionarlos con todo el mundo.
Nacido en Collado Villalba (Madrid) en 1965, Miguel Ángel Hernández entró en la Orden de Agustinos Recoletos a los 17 años. Fue ordenado sacerdote en 1990, cuando lo enviaron a Brasil, donde pasó 16 años y llegó a ser vicario provincial. Entre 2006 y 2012 fue prior provincial de la provincia de Santo Tomás de Villanueva, cargo al que volvió en 2018.