Nos recuerda Chesterton, por boca de uno de los maravillosos personajes de El hombre que fue jueves, que nos conviene ser siempre cómicos en la tragedia. Alfred Gough y Miles Millar (Smallville) lo han intentado con esta niña que fue Miércoles, una adolescente gótica que trata de ser un gracioso y a la vez terrorífico spin-off de La familia Addams.
La comedia juvenil naufraga en una impostadísima trama de misterio que termina por no ir a ninguna parte. Ocho episodios para una primera temporada (nos amenazan con la segunda) que se quedan en tierra de nadie y que pasan sin pena ni gloria por este cementerio, menos serio aún que el que cantaba Mecano.
Hay ratos en los que parece que estamos viendo una serie americana de instituto, dicho de la forma más peyorativa posible, con la cansina historia de la chica inadaptada y con personajes pretendidamente diferentes, pero simples como un tubo y muy previsibles. La serie busca con descaro a un público adolescente, que me temo que no va a encontrar, y quiere al mismo tiempo atrapar a los adultos que se arrimen al calor de Tim Burton. El genial director firma cuatro capítulos, que elevan un poco el deprimente tono general, pero que ni si quiera justifican que pierdan el tiempo. Si son muy burtonianos vayan a ver la exposición inmersiva que, con el título de El laberinto, se ha estrenado mundialmente en el Espacio Ibercaja Delicias, en Madrid.
Por lo demás, la protagonista (Jenna Ortega) sostiene lo poco que es rescatable en la historia y resulta divertido ver a la mítica Christina Ricci (Miércoles en la versión cinematógrafica) en un papelito para hacer el merecido guiño que encantará a los muy fans de los Addams.
Negrura sin humor y humor pretendidamente negro. Lo dicho: para pasar olímpicamente del miércoles y zambullirnos en prometedores jueves, como los de Chesterton y compañía.