Michele Pennisi: «La mafia no es solo un pecado, sino un delito»
El 9 de mayo, tras la beatificación en Sicilia del juez italiano Rosario Livatino, el Vaticano anunció la creación de una comisión que estudiará la excomunión de los mafiosos. El arzobispo de Monreale forma parte de ella
¿Cómo nació esta comisión?
Lleva activa varios meses. La primera vez que se habló de ella fue en 2017, durante un encuentro internacional organizado por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral sobre la corrupción y el poder de las mafias, que contó con la presencia de 50 jueces antimafia, víctimas, periodistas e intelectuales de diversos países del mundo. Yo participé como arzobispo de Monreale (Sicilia), una diócesis que en el imaginario común ha sido la cuna de la mafia siciliana. La propuesta tiene como objetivo que fermente un movimiento internacional que logre despertar las conciencias y contrarrestar a las mafias.
¿Qué han hecho hasta ahora?
Hemos tenido tres encuentros, en los que hemos analizado varios problemas ligados a la actividad mafiosa. Una vez identificada la estructura común que aúna a las mafias, tanto en Italia como en otros países de América Latina –donde los cárteles manejan el comercio de droga–, podremos estudiar desde el punto de vista teológico y moral la incompatibilidad que existe entre los valores del Evangelio y la mafia. Así se podrán recoger desde el ámbito jurídico-eclesial y pastoral las medidas que se pueden aplicar contra los mafiosos.
120 niños han sido asesinados por la mafia desde 1896, la mayor parte en Sicilia, Campania, Calabria y Apulia, según cifras del Gobierno italiano
250 mil millones de dólares son aproximadamente los ingresos anuales de la mafia
Cuatro mafias más importantes son la Cosa Nostra siciliana, la ‘Ndrangheta calabresa, la Camorra napolitana y la Sacra Corona Unida de la región de Apulia
¿Cómo se apoyará desde la comisión a las diócesis?
Trabajamos en la aprobación de un decreto universal por parte de la Santa Sede con normas canónicas que emanen una disciplina clara ante aquellas personas que se han manchado de delitos de mafia, y en un directorio pastoral que dé orientaciones claras para cada caso en concreto. Para ello, están siendo consultados los órganos de la Santa Sede competentes en materia legislativa como la Penitenciaría Apostólica, el departamento que interviene en los textos legislativos de la Iglesia católica y la Congregación para la Doctrina de la Fe.
¿Existe todavía en la Iglesia el prejuicio de que la mafia es solo un fenómeno del sur de Italia?
No existe solo la mafia en Sicilia, la Camorra en Nápoles o la Ndrangheta en Calabria. Existen también los cárteles de narcotraficantes en México, la mafia rusa… Es una plaga global que no se puede tratar con un enfoque local. Por eso la Iglesia necesita un decreto universal que deje claro que la mafia no es solo un pecado, sino un delito que debe ser incorporado en el Código de Derecho Canónico, en el catecismo de la Iglesia católica o en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. La sanción canónica de la excomunión para los mafiosos ya está vigente en las regiones de Sicilia, Campania y Calabria, pero debe extenderse a todo el mundo.
¿Cómo han influido en la opinión pública este tipo de medidas?
En mi diócesis, por ejemplo, está prohibido que se celebren funerales religiosos públicos para los mafiosos condenados con sentencia en firme por este tipo de delitos; si lo piden los familiares se puede hacer una oración privada en el cementerio, como ha sucedido en algunos casos. Tampoco pueden hacer de padrinos de Bautismo o en los matrimonios ni participar en procesiones religiosas. Es importante poner una barrera para que no puedan usar la religión como escenario para aumentar su prestigio social. Esto es más importante que cualquier documento oficial, que no se va a leer ningún mafioso.
Vivimos en una sociedad cada más secularizada y esto puede ser visto como algo secundario. ¿Por qué es importante?
Hay que tener en cuenta que excomulgar a estas personas es una pena medicinal, no es una condena irreversible al infierno. El Papa dice que la corrupción es una enfermedad de la que hay que curarse. La mafia es una enfermedad grave, y por eso es necesaria una medicina pesada. Algunos pueden pensar que está de más que la Iglesia se pronuncie sobre este tema, pero no hay que olvidar que son muchas las personas que se declaran cristianas o católicas y van a Misa los domingos, aunque son mafiosas o corruptas. Esto no puede ser. Aquí se crea un problema de conciencia grave. En Sicilia y Calabria la religión está muy presente, como también lo está en América Latina, sobre todo en la piedad popular. Y estas personas mafiosas o corruptas suelen participar en las procesiones religiosas o van a los santuarios. Pero deben escoger entre la vida mafiosa, que es un cáncer, o seguir los pasos de Cristo, porque son dos modos de vida excluyentes.
¿Cree que hay esperanza en este camino de redención?
No es nada fácil. Hacen juramentos pseudorreligiosos sellados con la muerte para entrar en estas organizaciones criminales. Pero tenemos ejemplos de esperanza, como el asesino del sacerdote don Pino Puglisi, detenido años después del crimen, que acabó colaborando en la investigación y ayudando a resolver otros 46 crímenes en los que había estado implicado. Con todo, hay que tener claro que uno se convierte no solo de manera íntima, sino que tiene que tratar de reparar el daño causado, restituir el dinero, pedir perdón a sus víctimas y ayudar a la justicia a derrumbar el sistema mafioso.