«Me encargaron cuidar de Manuel, un enfermo de sida que se estaba muriendo»
Este lunes 5 de septiembre se cumplieron 25 años del fallecimiento de la fundadora de las Misioneras de la Caridad. Paola precisamente decidió ingresar en la orden tras ver el entierro de la madre Teresa por televisión
La hermana Paola, natural de Talavera de la Reina (España), decidió hacerse Misionera de la Caridad cuando murió la madre Teresa en 1997 —precisamente este lunes 5 de septiembre se cumplieron 25 años de su fallecimiento—Teresa «después de ver su entierro por la televisión», confiesa en conversación con Alfa y Omega.
Por aquel entonces, aparecieron muchas publicaciones sobre las misioneras «y yo me interesé por la orden», así que «una amiga me regaló el libro Camino de Sencillez en el que se cuenta cómo viven» las hermanas. La obra causó gran impresión en la joven. «“Viven totalmente colgadas de la fe y de la divina providencia. Yo quiero vivir así”, pensé entonces».
De acuerdo con su director espiritual, Paola se fue a Madrid a conocer a las religiosas y para hacer una prueba de 15 días. «Allí sentía una alegría especial, como si estuviera en mi casa», recuerda a pesar de que tuvo una experiencia muy fuerte con los pobres. «Me encargaron cuidar de Manuel, una persona sin techo que se estaba muriendo de sida», recuerda la hermana. «Tenía un montón de cándidas en la boca, así que toda la comida, la bebida y las medicinas se la tenía que dar a través de zumos con una pajita».
Cuando Manuel se quedaba dormido, la joven se iba a la capilla a rezar. «Allí estaba Jesucristo colgado en la cruz junto a las palabras “Tengo sed”». Corría el año 2000 y en la Iglesia se estaba celebrando el Año Jubilar de la Encarnación. «Y entonces, mi mente hizo click y me di cuenta de que “Manuel y Jesús son la misma persona. Jesús en la cruz con la sed por esta alma y Manuel en esta cama, que es su cruz, con la sed del zumo y las medicinas”. ¡Qué privilegio el mío poder estar a los pies de la cruz saciando tu sed!».
Después de cuatro días, el enfermo terminó vomitando la medicación y Paola tuvo que recoger todo. «Avisé a otra hermana de lo que había sucedido, me dijo que descansara y que fuera con el resto de hermanas al comedor de la Almudena». La joven se afanó junto a las otras religiosas y los voluntarios en su nueva tarea. Al acabar, «la superiora me llamó».
—¿Te gustaría pasar esta última noche con Manuel? Porque esta noche va a morir.
—Pero, ¿tú cómo sabes eso?
—La experiencia nos lo dice.
—Pues si me dejas, sí.
—Vale. Súbete allí, cógete otra voluntaria y hay también un muchacho que se llama Javier.
Los tres se colocaron junto al camastro del enfermo. «A ratos dormíamos y luego nos despertábamos y mirábamos qué tal iba». Entonces, a las 4 de la mañana, «Javier propuso rezar el rosario». A las dos jóvenes les pareció bien «y justo cuando estábamos rezando la salve final, Manuel dio un ronquido fuerte y falleció».
Entre los tres limpiaron el cuerpo, le afeitaron y le pusieron perfume. «Lo dejamos todo guapo y lo llevamos a la capilla». Allí Paola se arrodilló para rezar por su alma y «escuché una voz dentro de mí que decía: “Ven bendita de mi Padre, porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, cada vez que lo hiciste con uno de estos mis pequeños hermanos conmigo lo hiciste”. La joven se quedó entre sorprendida y alegre: «Pensé, “si estas palabras las escucho el día en que yo me muera, seré la mujer más feliz del mundo, porque estaré en el reino de Dios”. Y ahí me convencí de que esta era mi vocación, a pesar de que los días antes de ingresar te entran las lógicas dudas».
—¿Qué significa para ti la madre Teresa?
—Para mí tiene un significado muy especial. Es como una luz que va alumbrándome el camino hacia el reino de los cielos. Jesús mismo le dijo a ella, “ven, sé mi luz». Para mí es esa luz que me va indicando por donde tengo que ir y cuáles son los pasos que tengo que caminar. Es un modelo de santidad, por eso estoy aquí.