María Toribia
Detrás de cada gran hombre siempre se dice que hay una gran mujer y esto se cumple plenamente en el matrimonio de san Isidro y su esposa María Toribia, conocida después de su muerte como santa María de la Cabeza.
Nació a finales del siglo XI en las cercanías de Madrid en una familia mozárabe. Debido a las invasiones árabes, marchó a vivir a la alquería de Caraquiz en Torrelaguna. Allí conoció al santo, con el que se casó y tuvo un hijo, Illán, que también acabó elevado a los altares.
Dedicó parte de su vida a cuidar la ermita de la Virgen de la Piedad, en Caraquiz, siendo constante su oración a la Virgen. También se ocupaba de que nunca se apagase la lamparita del Santísimo: acudía a diario con su alcuza de aceite y su llama encendida. De hecho, así la veremos siempre representada.
Su hogar siempre estuvo abierto a la acogida y atención a los pobres, que en esa época difícil de guerras e invasiones andaban errantes por los pueblos. La casa de Isidro y María era un referente de acogida.
El milagro más conocido es el llamado de la olla, cuando una noche, habiendo repartido a los pobres todo lo que tenían, se presentó Isidro con un necesitado más. Ella con pena le fue a mostrar la olla vacía, y en ese momento se llenó milagrosamente. El milagro del pozo ocurre al caer Illán. María llama a Isidro y los dos en oración piden a Dios que le salve. Las aguas suben y les devuelven a su hijo sano y salvo.
Un milagro muy del mundo es el de su manteleta. Siempre hay enredadores y habiéndose marchado María a Caraquiz para llevar una vida de oración, le dijeron a san Isidro de ciertas andanzas de su mujer. El santo quiso comprobarlo antes de dar crédito a las maledicencias y acudiendo a Caraquiz, vio cómo su mujer acudía, como todos los días, a la ermita. Estando el río crecido, echó su manteleta al río, que le hizo de barca para pasar y atender la ermita.
Murió el 9 de septiembre del año 1175, habiéndose retirado a la ermita una vez fallecido san Isidro. En ella recibió sepultura. En el año 1596 fueron localizadas sus reliquias y expuesta como tal su cabeza sobre el altar de la ermita, por lo que al ir a venerarla el pueblo la designó santa María de la Cabeza.
El Papa Inocencio XII inscribió su nombre en el santoral y en 1752 Benedicto XIV concede oficio y Misa propia, que une en celebración a Madrid y al cielo.