El secretario del Consejo de Cardenales, Marco Mellino, aterrizó en esta estructura creada por Francisco para ayudarle en la reforma de la Curia romana en octubre de 2018. Entonces el documento ya llevaba cinco años recorridos de enmiendas y revisiones, pero su papel en el alumbramiento de la nueva constitución apostólica, Praedicate evangelium, ha sido fundamental. Defiende que en la tarea de la evangelización –que ocupa un lugar preeminente frente a otros dicasterios vaticanos– se otorga mayor peso a los laicos, que, a partir de ahora, podrán estar por derecho al frente de los departamentos del Vaticano. Sin embargo, precisa que «es lógico que cada dicasterio, en función de sus características y de las materias que trata, valore la posibilidad o no de incorporarlos». El Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida (actualmente dirigido por el cardenal estadounidense Kevin Farrell) es, a su juicio, «obviamente» un sector que ellos viven «en primera persona y en el que tienen una mayor experiencia». «Pero en otros quizás menos. No es que exista un orden establecido. La constitución apostólica deja claro que en las cuestiones que se refieren exclusivamente a los clérigos son ellos los que son más aptos para el juicio», asegura.
En este sentido, afirma que la Iglesia es una maquinaria donde «hay una jerarquía» y que el nuevo texto no elimina «la función que ejerce un sacerdote o un obispo». «Hay que considerar que la principal apertura de Praedicate Evangelium es la que dirime la cuestión del papel de los laicos, que ha sido muy discutida. A partir de ahora, pueden recibir la potestad de gobierno mientras que en la Pastor Bonus, de 1988, eso estaba efectivamente limitado», explica. «Se incide en la corresponsabilidad de todos los bautizados, que proviene de la misión canónica y no de los santos sacramentos ordenados», agrega. De este modo el obispo italiano precisa que «los laicos serán designados según la peculiar competencia que requiera cada dicasterio» y que, en ningún caso, se tratará de nombramientos «que salten de forma automática». También observa que pronto este cambio se instalará en las diócesis, donde «ya hay oficinas a las que tienen acceso los laicos».
Otro de los elementos importantes de la reforma es la mayor relevancia que adquieren las conferencias episcopales y regionales en la toma de decisiones de la Iglesia. El Papa define así un gobierno más colegial, con mayor participación y sinodalidad, en una estructura que es cada vez menos centralizada. Mellino incide en que la «sana descentralización» de los poderes de la Santa Sede se hace en «disposiciones codificadas destinadas a garantizar la unidad de la disciplina de la Iglesia universal», lo que «corresponde a la dinámica eclesial de comunión y potencia la proximidad».