Malta se vuelca con Benedicto XVI - Alfa y Omega

Malta se vuelca con Benedicto XVI

Si alguno tenía dudas, no tardaron en disiparse: la campaña de algunos medios de comunicación contra el Papa no ha logrado deslucir la visita de Benedicto XVI a Malta, ni ha hecho mella en los católicos que se esfuerzan por vivir como tales. La peregrinación que el Pontífice realizó, entre el 17 y el 18 de abril, con motivo del 1.950 aniversario del naufragio del apóstol san Pablo en la isla mediterránea, fue preparada en medio de un ambiente sumamente enrarecido. Las agencias de información anunciaban una oleada de protestas contra el Santo Padre al removerse informativamente casos de abusos de clérigos, acaecidos en décadas pasadas, pero la realidad mostró otra cosa…

Jesús Colina. Roma
Traslado del Papa desde el puerto de Kalkara al Puerto grande de La Valeta, el domingo 18 de abril.

La realidad ha desmentido rotundamente los negros augurios: el Papa se ha encontrado en las plazas, iglesias y calles de Malta con la mitad de la población de este archipiélago de 400 mil habitantes. Los eslóganes que la gente ha entonado en estos días, en italiano para el que el Santo Padre pudiera entenderlos bien, han sido bien elocuentes: Querido Papa. Ni más, ni menos. Con esas dos palabras lo han dicho todo. Nunca en una Visita papal había habido tan poca retórica.

Misa histórica

El diez por ciento de la población de este país participó en la Misa que el obispo de Roma presidió en la plaza de los Graneros de Floriana. En la homilía, Benedicto XVI constató: «Muchas voces tratan de convencernos de dejar de lado nuestra fe en Dios y su Iglesia, y elegir por nosotros mismos los valores y las creencias con que vivir. Nos dicen que no tenemos necesidad de Dios o de la Iglesia. Pero no es así –afirmó, en el momento culminante de su decimocuarto Viaje apostólico internacional–. En cada momento de nuestras vidas dependemos completamente de Dios, en quien vivimos, nos movemos y existimos –añadió, citando a san Pablo–. Sólo Él nos puede proteger del mal, sólo Él puede guiarnos a través de las tormentas de la vida, sólo Él puede llevarnos a un lugar seguro, como lo hizo con Pablo y sus compañeros a la deriva ante las costas de Malta».

Hubo también momentos entrañables, como su encuentro con los jóvenes malteses en el puerto grande de La Valeta, adonde llegó en el catamarán San Pablo, el mismo en el que se embarcó Juan Pablo II en 1990, acompañado por una delegación de chicos y chicas.

«La cultura de hoy, como cualquier cultura, promueve ideas y valores que contrastan en ocasiones con las que vivía y predicaba nuestro Señor Jesucristo –les dijo el Papa a los muchachos, que acompañaron con aplausos sus palabras–. A veces, estas ideas son presentadas con un gran poder de persuasión, reforzadas por los medios y por las presiones sociales de grupos hostiles a la fe cristiana».

Y añadió esta advertencia: «Cuando se es joven e impresionable, es fácil sufrir el influjo de otros para que aceptemos ideas y valores que sabemos que no son los que el Señor quiere de verdad para nosotros». Ante eso, el Papa les dijo: «No tengáis miedo, sino alegraos del amor que os tiene; fiaos de Él, responded a su invitación a ser sus discípulos, encontrad alimento y ayuda espiritual en los sacramentos de la Iglesia».

La advertencia del Presidente

En su discurso de bienvenida, el sábado, el presidente de Malta, George Abela, utilizó en un momento el italiano, dejando a un lado el habitual inglés en que se ha desarrollado el Viaje, para ofrecer su punto de vista sobre la situación que vive la Iglesia. «Hoy como ayer, se quiere destruir la religión –dijo–. En el pasado, Europa pagó esta furia destructora con el precio de la propia libertad. La misma democracia se perdería si el cristianismo quedara eliminado».

Un momento de la Misa en la Plaza de los Graneros, de Floriana, el domingo 18 de abril.

Poco después, en el palacio presidencial, toda Malta se unió en un Happy birthday to you, cantado con un día de retraso e interpretado por cinco mil alumnos de las escuelas católicas. La vergüenza que los periódicos habían tratado de extender, en los días pasados, se convirtió así en motivo de sano orgullo y reconocimiento por lo que, a lo largo de la Historia, han hecho los educadores católicos, a pesar de los pecados de un puñado de criminales, hijos indignos de la Iglesia.

Encuentro con las víctimas

Pero cuando el Papa realmente se ganó el corazón de los malteses fue el mismo domingo, al recibir en la capilla de la Nunciatura Apostólica, a «un pequeño grupo de personas que fueron víctimas de abusos sexuales por parte de exponentes del clero», según explicó una nota vaticana.

«Vi llorar de emoción al Papa y me sentí liberado de un gran peso», ha explicado una de las ocho víctimas que participó en ese encuentro, Lawrence Grech. «No me esperaba excusas del Papa, pero en él y en el obispo de Malta he visto la humildad de una Iglesia, que en ese momento representaba a todo el problema de la Iglesia moderna».

El Papa –reveló Grech– «puso la mano sobre la cabeza de cada uno de los participantes en el encuentro, bendiciéndolos. Me he sentido liberado de un gran peso». Y dijo también: «Desde hace tiempo no iba a Misa, y había perdido la fe, pero ahora me siento un católico convencido».

El encuentro con el Papa ha sido «el regalo más grande que he recibido después del nacimiento de mi hija», concluye Grech, quien no pudo participar en la fiesta de cumpleaños con los amiguitos de la pequeña, por sus tres años, pues tuvo lugar en el mismo instante en el que él saludó al Papa en la Nunciatura.

Mensajero del amor de Dios

Y es que, como explica Giovanni Maria Vian, director de L’Osservatore Romano en su balance del viaje papal, la tarea principal del Papa, motivo por el cual ha viajado a Malta, es la de «repetir a toda criatura que Dios la ama. Y Benedicto XVI sabe anunciar como nadie la fiesta de Cristo resucitado».

El padre jesuita Federico Lombardi, director de la Oficina de Información de la Santa Sede, al regresar a Roma, confesaba que el balance de este Viaje ha sido mucho más positivo de lo que se esperaba. «Y esto porque el calor de la respuesta, la cantidad espontánea de personas por las calles, llenas de alegría, muy ordenadas en la manifestación de su entusiasmo, es algo que ha impresionado profundamente».

La sonrisa del Papa, al celebrar este lunes su quinto aniversario de pontificado, así lo testimoniaba.