Si estás rondando los 40 por arriba o por abajo… éste es tu espectáculo. El monologuista, presentador y caradura del escenario Iñaki Urrutia, a cargo de Maldito Naranjito, nos da una lección bastante elegante de humor de calidad.
Si creíamos estar hartos de los monólogos, tan explotados en televisión, Iñaki demuestra que siempre son eficaces si tocan las teclas correctas, y hablar de los 80 lo es. ¿Puede haber una época que recordemos tantos y que sea más contradictoria? Es como si al mundo entero, en esos años, le hubiera entrado el virus de lo hortera, lo exagerado y lo ridículo, y sin embargo, más de dos décadas después, casi lo recordamos como algo mágico. Quizá porque, como dice sabiamente Urrutia, para nosotros era una época llena de primeras veces.
Por eso no debería resulta difícil hacer un guión con todos aquellos tópicos, la mascota del mundial, los programas de la tele, los peinados, la moda, la música, la política… y nosotros. Lo que debe resultar complicado es hacerlo bien y, sobre todo, inteligente. Iñaki defiende esto durante su actuación: toda la elegancia que le faltaba a los movidos 80 la aporta el genial cómico para satisfacción de su público.
No falta nada: la música de El coche fantástico, la azafata salida directamente del 1 2 3, y un escenario muy sencillo pero realmente evocador. La sala más pequeña del Nuevo Alcalá queda convertida en la máquina del tiempo y también, por qué no, en la de la risa.
Sin embargo hay que saber que no es una obra de teatro, no tiene una impresionante puesta en escena, no hay coreografías ni bailes (excepto el cómico moonwalker que se marca el presentador), ni falta que hace. Sólo con unas cortinas de lentejuelas, una pantalla, el gran Iñaki y Clementina (Graciela Monterde) digna partenaire del maestro del monólogo, es más que suficiente para pasar hora y media de humor cómplice.
Brillantemente el actor nos conduce por sus recuerdos que son los nuestros, pero desde un punto de vista que nunca habríamos conseguido solos. De pronto todo vuelve, y se despierta nuestro sentido del ridículo y de la risa a la vez, como cuando vemos fotos de hace tiempo y nos parecemos tan absurdos que no podemos dejar de mirarnos y sonreír diciendo: ¿Ese soy yo? Parece inevitable que el guión caiga brevemente en lo soez, y lo hace, pero es tan breve que casi pasa desapercibido. Lo mejor, las risas y los recuerdos. Cuando nos reímos en Maldito Naranjito nos estamos riendo de nosotros mismos, y eso es sanísimo. Vamos yo… hoy me siento DIVINAMENTE. (Iñaki sabe por qué digo esto y si ustedes van a ver este espectáculo lo sabrán también).
★★★★☆
Pequeño Teatro Gran Vía
Calle Gran Vía, 66
Plaza de España, Callao
OBRA FINALIZADA