#MadridLive: conciertos, cinefórums y exposiciones para los jóvenes en julio
El Plan de Esperanza que el cardenal Carlos Osoro propuso liderar a los jóvenes entra en la segunda fase «ya en el dinamismo de ponerse en marcha y transmitir vida», explica Laura Moreno, delegada de Jóvenes. Convocado como #MadridLive, se abre a todo aquel que quiera llevar alegría y paz a un Madrid muy castigado por el coronavirus.
La primera acción de esta nueva etapa fue el encuentro virtual Los jóvenes hablamos, en el que se dio a conocer Despierta. Siente. Vive. Se trata de una propuesta que se llevará a cabo en la segunda quincena de julio para que, «a través de la música, la oración, el cine y otras expresiones artísticas, se favorezca el encuentro con jóvenes de diferentes puntos de Madrid». El objetivo es «vivir experiencias de ocio a la vez que formativas y de búsqueda interior».
Despierta consiste en un ciclo de música para la adoración los jueves 16, 23 y 30 de julio a las 21:30 horas en la parroquia San Juan de la Cruz. Siente propone un cinefórum con Abuelos, El vendedor de sueños y Un corazón extraordinario los viernes 17, 24 y 31 de julio, respectivamente, a las 21:30 horas en Los Jerónimos. Y con Vive los jóvenes podrán participar con sus habilidades en un God talent y escuchar a artistas como Aaira, Jesús Cabello, Basileia, Grilex, Paola Pablo y Hakuna. Vive será los sábado 18 y 25 de julio y 1 de agosto a las 21:30 horas en Los Jerónimos.
El ciclo se completa con visitas al Museo del Prado los días 24, 25 y 31 de julio, y 1 de agosto; al interior de Los Jerónimos, y a la muestra Encarnaciones de O_Lumen.
Junto a todo ello, se han programado actividades para grupos en El Atazar, la participación en El Camino del Anillo, la colonia de Cáritas en San Juan de la Cruz y otras iniciativas llevadas a cabo por parroquias y movimientos. Vertebrando todas las acciones estará la evangelización, que se hará, como dice el Papa Francisco, con «cabeza, corazón y manos».
Un momento para la reflexión
El encuentro Los jóvenes hablamos supuso también un paso más en la reflexión acerca de las realidades concretas que la pandemia ha provocado en Madrid. En él, al hilo de lecturas del Antiguo y del Nuevo Testamento, los participantes pusieron sobre papel lo que ellos habían percibido en su propio entorno.
Desde las preguntas «¿de dónde venimos?» y «¿a dónde vamos?» definieron los principales colectivos afectados: niños en situación de vulnerabilidad que no han podido mantener sus becas de comedor y que se han quedado atrás por la brecha digital; personas maltratadas, fundamentalmente mujeres, y aquellas con mayor fragilidad emocional; familias que seguían afectadas por la crisis de hace diez años; jóvenes con trabajos precarios y personas que se han quedado sin él; pymes que se han visto obligadas a cerrar; y trabajadores de venta ambulante, empleadas del hogar, profesionales del arte y la cultura y encargados de actividades extraescolares que no han podido ejercer.
Ante esto, los jóvenes constatan actitudes de desconfianza, enfado o rechazo hacia Dios y recuerdan, en palabras del sacerdote y teólogo Luis González-Carvajal, que «hay muchos creyentes que todavía no saben distinguir el plano de la causa primera de todo cuanto existe (Dios) y el plano de las causas segundas que producen cada fenómeno particular». Asimismo, son conscientes de que la pandemia ha sacado lo peor de las personas –los egoísmos al saltarse el confinamiento o al aprovisionarse de alimentos que no necesitaban, el miedo al otro– pero también, en mayor medida, lo mejor: la solidaridad, la confianza, la ayuda…
Puesto que ahora más que nunca es el momento de ser Iglesia en salida, y siendo conscientes de que hay mucha gente que tiene sed de Dios aunque la mayoría no lo sepa, avanzaron algunas ideas para este Plan de Esperanza que no se queden en lo meramente asistencial, sino en hacer experiencias transformadoras: acudir a pequeños comercios del barrio; dar importancia a las materias de Arte, Filosofía y Religión en el centro educativo para desarrollar el pensamiento crítico, la sensibilidad y la empatía; y revisar el lenguaje para no hablar de «lucha contra el virus» sino de «amor al prójimo», entre otras.