El Señor de los Anillos, sin salir de Madrid - Alfa y Omega

El Señor de los Anillos, sin salir de Madrid

En el Camino del Anillo, adolescentes y jóvenes podrán aprender sobre la naturaleza mientras recorren durante una semana la sierra norte madrileña para destruir el Anillo en Mordor

María Martínez López
Seminaristas de Madrid y Granada probaron a recorrer el Camino del Anillo el año pasado
Seminaristas de Madrid y Granada probaron a recorrer el Camino del Anillo el año pasado. Foto: Fundación Laudato si.

Este verano, grupos de adolescentes y jóvenes podrán participar en una aventura con hobbits y elfos para salvar al mundo del poder de un anillo maligno. Y todo ello, a muy pocos kilómetros de Madrid. El Camino del Anillo es una iniciativa de la archidiócesis madrileña inspirada en el libro El Señor de los Anillos, del escritor católico inglés J. R. R. Tolkien.

Esta famosa obra fue convertida en películas de éxito hace casi 20 años, y ahora Amazon está preparando la serie más cara de la historia inspirada en el mismo universo. «Tolkien gusta mucho porque es muy real». Sus historias son fantásticas, pero «te habla de ti y de virtudes como el valor, el coraje, la misericordia o la paciencia». Nos lo cuenta Pablo Martínez de Anguita, director de este proyecto.

Con Frodo

En el Camino del Anillo, durante una semana grupos de entre diez y 20 personas, y desde los 12 años, recorrerán 120 kilómetros. Estarán con un guía, que es el que enseña el camino, además de explicar la naturaleza que se va viendo y el significado de esa etapa. Además «para los grupos que quieran hay actividades como observación de estrellas, cetrería [un espectáculo de aves rapaces adiestradas], combate con espadas o canoas». Por la noche se duerme en edificios de la Iglesia.

La idea nació cuando varias personas vieron las películas de El Señor de los Anillos y «se dieron cuenta de que los paisajes se parecían mucho a la sierra del norte de Madrid», explica. Quisieron aprovechar esta coincidencia para hacer una Tierra Media en la zona. Pero con el tiempo se dieron cuenta de que no era posible transformar varios pueblos en «una especie de parque temático».

Entonces conocieron a Pablo, que es ingeniero de Montes y por eso conoce muy bien el campo. Le gustó la idea, y «durante tres años recorrí andando, durante los fines de semana, 300 kilómetros de esa zona». Así fue diseñando un camino de 120 kilómetros que recuerda al que hacen en el libro Frodo, el protagonista, y sus compañeros. Tuvo que preparar un poco los senderos, que son antiguos, porque «en algunas zonas tuvimos que abrirnos paso con hachas» de lo descuidados que estaban.

También fue conociendo a los alcaldes de los pueblos y contándoles su idea. Estos sitios se están quedando vacíos, por lo que esta iniciativa para conocer su entorno natural puede ayudar a atraer a gente.

El anillo de poder

Mientras tanto, pasó otra cosa. En una exposición sobre Tolkien, Pablo se dio cuenta de que el camino que se hacía andando podía relacionarse con un camino en nuestro interior: «El mundo es bello pero existe el mal, y qué hacer con él es también responsabilidad tuya». Ese mal es el anillo de poder, que nos recuerda al pecado original, «una tendencia al mal que todos heredamos y llevamos con nosotros».

Con el anillo nos creemos que podemos solos con todo, o que podemos utilizar el poder para hacer el bien. «Pero esas ideas nos van a hacer caer, así que debemos destruirlo». Este camino no lo hacemos solos. Tenemos compañeros con los que la vida se convierte «en una aventura, que además no acaba aquí», sino que tiene como meta el cielo.

Al darse cuenta de que el proyecto no era solo una actividad en la naturaleza, sino que podía llevar a Dios, Pablo habló con la archidiócesis de Madrid. Entonces decidieron crear la Fundación Laudato si para poner en marcha este proyecto. Cogieron el nombre de la encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado del medio ambiente porque la naturaleza es muy importante en esta actividad. «Es misteriosa, no como un videojuego donde todo está ya programado y, al mismo tiempo, es agradable. Por eso nos invita a pensar en Dios».