Macharaviaya, el pueblo malagueño de los naipes
La influyente familia Gálvez llevó el esplendor a esta villa, cuya iglesia fue construida por el mismo arquitecto que la catedral de Málaga
A partir de una antigua alquería árabe, la localidad malagueña de Macharaviaya –situada en pleno corazón de la Axarquía– fue fundada como villa en 1572, y de esa alquería es de donde tomó el nombre de Machar Ibn Yahha, que significa cortijo del hijo de Yahha. Cuenta el Ayuntamiento que «la expulsión morisca trajo como consecuencia la despoblación de la villa, y no hubo en ella repoblación en toda regla, como en tantos otros pueblos de la zona». Macharaviaya vivió una prolongada decadencia que dio un vuelco con el retorno de los miembros de la pudiente familia Gálvez, que en su infancia conocieron las carencias y la pobreza de su tierra natal y decidieron utilizar su posición política y social para contribuir a su mejora. Empedraron las calles; adquirieron manantiales para que el agua llegara a las vías principales; construyeron fuentes; hicieron caminos para facilitar la comunicación con Antequera o Málaga y que pudieran pasar las carrozas, y pusieron en marcha un Banco Agrícola. Pero una de sus más grandes aportaciones fue levantar la primera Real Fábrica de Naipes, que consiguió la exclusividad de venta de naipes a América. Así llegó a la zona un sorprendente impulso económico que se extendió durante todo el siglo XVIII y parte del XIX; tanto que llegó a conocerse como el pequeño Madrid.
Otra de las obras cumbre de los Gálvez fue la iglesia de San Jacinto. José Gálvez siempre quiso reconstruir el templo de su pueblo, en un estado deplorable –su fundación data de 1505–. En 1783 su sueño se hizo realidad. Manuel Castillo, arquitecto de la catedral de Málaga, fue el encargado de reconstruir la iglesia. Además de arquitecto, ambas comparten tipo de piedra, ya que se extrajeron para las dos edificaciones de la cantera del valle Niza, en Vélez.
Algunas curiosidades de la iglesia de Macharaviaya son su reloj de sol, a modo de chaflán, en la fachada principal, o el escudo real de Carlos III en el frontón, que manifiesta así el agradecimiento del pueblo al monarca por su apoyo. Un detalle más: la catedral de Málaga es conocida como La manquita, ya que le falta una torre, porque el dinero con el que se iba a construir se destinó a ayudar a Bernardo de Gálvez mientras estaba luchando en América. También, según cuenta la leyenda, en el templo de Macharaviaya hay un tesoro. José de Gálvez, en honor a Carlos III, quiso cubrir el suelo de la iglesia con monedas con la cara del monarca. Sin embargo, Carlos III no lo vio con buenos ojos pues, si las monedas estaban tumbadas, el pueblo pisaría su cara y el escudo estaría contra el suelo. Cuentan que las monedas estarían escondidas en cajas por los pilares del templo para que nunca falte el dinero a la iglesia de San Jacinto, donde se encuentra por cierto el panteón de la familia Gálvez desde 1785.
Declarada como Bien de Interés Cultural desde 2010, ya aparece el templo de San Jacinto en el célebre diccionario de Pascual Madoz, publicado entre 1846 y 1850. De él, dice, «destaca sobremanera en el pueblo la imponente mole de la iglesia, un edificio sólido de piedra y ladrillo» que, «en el punto central de su frontis, conserva un cuadro que representa un crucifijo antiquísimo, el cual, según consta en el archivo municipal, estuvo conservado durante 700 años de la invasión mahometana en una cueva llamada de la Hiedra».
En el siglo XIX el pueblo sufrió el azote de la filoxera en sus viñedos, lo que le sumió en una profunda crisis, y, durante la Guerra Civil, los republicanos quemaron parte de San Jacinto. Pero en 1983 Macharaviaya fue declarado Conjunto Histórico Artístico, lo que reflotó la zona. Hoy, gracias a un convenio entre Ayuntamiento y Obispado, en la iglesia se celebran, además del culto, eventos culturales como teatro y conciertos.