Lupin se ha convertido en un blockbuster. El éxito se le ha subido de tal manera a la cabeza a Netflix que no hay manera de pasear por la ciudad y no encontrarte un reclamo del buen ladrón en una marquesina. Acaba de estrenarse la tercera temporada, con siete episodios de algo menos de una hora de duración cada uno. Mantiene las virtudes de las temporadas anteriores, sin agudizar mucho sus defectos. No es poco. Para quienes no sepan de qué hablamos, Lupin es la historia de un ladrón de guante blanco, un elegante senegalés en la Francia actual que hipnotiza al espectador y le hace ponerse del lado del malo, por aquella falsedad de que quien roba al ladrón…
Omar Sy (Intocable) vuelve a estar más que correcto en el papel protagonista de Assane Diop, un imitador del clásico personaje de ficción francés Arséne Lupin, creado por Maurice Leblanc a principios del siglo pasado. Allí en los libros está la vida y la resolución al juego de espejos que se nos propone. Hay buenos que parecen malos y viceversa. Hay policías y periodistas. Y hay, sobre todo, un espectáculo visual que te atrapa en el sofá y, si no le das muchas vueltas al asunto, te hace pasar un buen rato de escape y escapismo.
La tercera temporada sigue con la misma fórmula que las anteriores, transitando entre el presente, los años 90 y ahora también la mitad del siglo XX, para explicar y justificar moralmente cuanto pasa. En esta ocasión todo parece girar de inicio en torno a una delicadísima joya, una perla negra que nuestro Lupin particular ya había intentado robar con anterioridad, sin demasiado éxito. Lo cierto es que lo mejor de la tercera entrega es, en efecto, la joya, pero no exactamente la que hemos nombrado. No hay sentido posible sin familia (tampoco en una vida malograda), sin tener una casa a la que volver y desde la que salir al mundo. Sin hacer demasiado spoiler, hay abrazos en el último capítulo que valen su peso en oro. Y hay un cierto aroma a cierre definitivo, a que no habrá cuarta temporada, aunque con un personaje tan escurridizo y con tanto giro de guion para mayor gloria de las audiencias, nunca se sabe.