Lupe Batallán: «Consumir pornografía es comprar prostitución»
Argentina de 26 años y autora ya de cuatro libros, ha recorrido varias ciudades de España para hablar en distintas entidades sobre la lucha provida, en la que se inició siendo atea, y de sus investigaciones sobre el porno
¿Cuándo y cómo comenzó a interesarse por el tema del aborto?
En el año 2018, me metí de lleno en el debate sobre el aborto en mi país. Yo estaba estudiando Medicina y en mi familia había una conciencia muy grande sobre este asunto. Mi madre se quedó embarazada de joven y sus padres intentaron obligarla a abortar, pero ella no quiso. Así nació mi hermano mayor. Pensé que no podía quedarme callada.
En su labor de portavoz provida desde entonces en su país, ¿qué fue lo que más le impactó?
Los casos de Paz, Faustina y Esperanza. Eran bebés cuyas madres eran niñas de 11 a 13 años a las que habían violado. Sus historias salieron a los medios de comunicación para crear una opinión pública a favor del aborto. Las chicas entraron dentro de un protocolo que permitía provocar partos muy prematuros: a una bebé se la dejó morir en una bandeja en el propio quirófano y las otras murieron a los pocos días. Eso fue muy duro para mí, que en ese momento era atea y no podía entender el misterio de la muerte.
¿No era creyente?
Yo ni siquiera estaba bautizada. Hice mi camino desde la razón: estudiando con una beca en una universidad del Opus Dei me dieron alguna asignatura con contenido religioso. Eso despertó mi curiosidad. Mi duda principal era el problema del mal en el mundo. Un profesor me dio material para leer y me pareció razonable. Intenté refutarlo, pero no pude. Llegué entonces a la conclusión de que Dios existe. Si era así, yo no podía seguir viviendo como si no existiera.
Últimamente ha estudiado a fondo el tema de la pornografía.
Hace unos meses me empezaron a llegar vídeos con testimonios de personas con esta adicción. Me puse a investigar y me encontré con un rompecabezas de muchos elementos. En primer lugar, no está comprobado que genere adicción siempre; depende de la persona. Por lo tanto, no todos los consumidores son adictos.
Entonces, ¿por qué salen a la luz cada vez más casos?
Porque hay una promoción muy activa en nuestra sociedad. Muchos se enriquecen con ello, es el quinto negocio más rentable del mundo. Por eso nos la quieren colar por todas partes. Además, está relacionada con el negocio de los servicios sexuales, cuya publicidad se ha infiltrado casi sin darnos cuenta, de la mano incluso de ideologías que defienden la libertad sexual como estilo de vida. Aquí se unen el feminismo y el liberalismo.
¿Qué más ha encontrado investigando?
Un elemento es su relación con la prostitución. Sin duda es una modalidad más de ella, porque es venderse sexualmente, aunque sea a través de internet. Siempre hay dinero de por medio. Consumir pornografía es comprar prostitución, sin duda.
¿Cómo afecta a las mujeres?
La mujer en el porno dura de media un año, como máximo. Al cabo de este tiempo van, con frecuencia, a otra modalidad de prostitución. Así te puedes encontrar a muchas que pasan un tiempo prostituyéndose en la calle, para después pasar otro grabando pornografía. Es muy duro para ellas.
¿Y a los hombres?
Los consumidores son cada vez más jóvenes. El porno es una de las puertas por las que entran en la prostitución. Me sucede algo muy curioso: voy a hablar a un auditorio de adolescentes y encuentro mucho rechazo de entrada. Pero al salir todos me dan la razón. Es algo parecido a lo que me pasa en las parroquias. Al acabar, los organizadores me dicen: «Nunca se ha confesado aquí tanta gente después de una charla». El poder de los argumentos es enorme. Estamos en una batalla para ganar almas para Dios.