Lukashenko apunta contra la Iglesia en Bielorrusia
Acorralado por los manifestantes
que protestan por el supuesto amaño de las elecciones, el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, se ha posicionado contra la Iglesia católica y el arzobispo de Minsk
Lukashenko es conocido como el último dictador de Europa y, desde hace un mes, el también presidente de Bielorrusia se está empeñando en demostrarlo. Amaños, detenciones, torturas, acoso a la Iglesia… cada día que pasa, tanto la oposición como la comunidad internacional le imputan un nuevo cargo. El último, el de secuestro. Varios encapuchados secuestraron el lunes a la opositora María Kolésnikova. El Gobierno ha asegurado no tener nada que ver.
La mecha prendió el 9 de agosto, tras las elecciones. Lukashenko obtuvo el 80,1 % de los votos, pero todos dudan de la veracidad de estos datos. Desde entonces, Bielorrussia es escenario de la mayor ola de protestas de su historia.
Los manifestantes piden su marcha y nuevas elecciones, pero Lukashenko —en el poder desde 1994— se ha enrocado y ha respondido con amenazas: «No habrá otras» elecciones «hasta que me matéis», dijo el 17 de agosto. Días después, coincidiendo con una de las masivas protestas que se suceden cada domingo, el mandatario difundió a través de su gabinete unas imágenes en las que se le veía en el palacio presidencial con chaleco antibalas y un rifle en la mano.
En su mirilla tiene situados a los manifestantes, que «este domingo salieron de nuevo a la calle para celebrar una de las mayores protestas en la historia del país», confirma el sacerdote Jan Romanowski, al mismo tiempo que denuncia otra «ola de detenciones» —la primera se saldó con 7.000 manifestantes encarcelados, muchos liberados posteriormente con evidentes signos de tortura— por parte de la Policía.
También se encuentra en el punto de mira de Lukashenko la Iglesia, a la que ha acusado de actuar contra él y el Estado. Su ataque lo ha dirigido contra el arzobispo de Minsk, monseñor Kondrusiewicz, al que ha impedido la entrada al país desde Polonia. El obispo había acudido a participar en los actos en honor a la Virgen de Czestochowa, pero el Gobierno le acusó de meterse en política y arrastrar con él a los fieles.
Las acusaciones del Ejecutivo encontraron respuesta en el vicario general de Minsk, monseñor Kasabucki, que «se preguntó en una homilía “¿en qué momento hemos hablado de política? Hablar en contra de la injusticia o la violencia, no es política, es Evangelio”», explica Romanowski. Las palabras del vicario se produjeron durante «una celebración en la que algunos cristianos, y también algunos ateos que quisieron estar presentes, se juntaron a rezar por la situación del país y para pedir por la vuelta de Kondrusiewicz».
Al cierre de esta edición, al prelado bielorruso todavía no se le había permitido la entrada en su país. Todo hace pensar que esta situación se alargará en el tiempo, pues Kondrusiewicz es una de las voces más críticas contra «la violencia que se está produciendo en las últimas semanas» y «siempre ha apoyado el esclarecimiento de la verdad y la justicia», concluye Jan Romanowski.