Luisa, víctima de trata: «Llegué al extremo de no quererme» - Alfa y Omega

Luisa, víctima de trata: «Llegué al extremo de no quererme»

Vino a España engañada y la obligaron a prostituirse. Fue rescatada por la Policía y unas religiosas. «A veces agradezco todas las cosas malas que me han pasado porque me han permitido recibir todas las cosas buenas que tengo ahora», asegura

José Calderero de Aldecoa
Una víctima de trata. Foto: Ignacio Gil.

Las muchas precauciones que toma Luisa para conceder la entrevista dejan entrever lo mal que lo ha pasado en su vida. Llama desde número oculto y nos pide no revelar ni su nombre real ni ningún otro dato que pueda identificarla. Uno se puede hacer una idea de la magnitud del sufrimiento de esta mujer cuando toma todas estas cautelas incluso dos décadas después de haber sido víctima de trata.

«Me dijeron que en España había muchas posibilidades de trabajo. Yo era joven, hice una mala amistad y me dejé engañar», cuenta Luisa en la memoria litúrgica de santa Josefina Bakhita, cuando se celebra la VIII Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata de Personas. En aquel momento, sin embargo, no sabía lo que se le venía encima. Fue ya aquí cuando «me dijeron que había contraído una deuda con ellos». Y si no pagaba puntualmente, esa cifra iba aumentando. «Después, comenzaron las amenazas y me metieron en el mundo de la prostitución».

Luisa solo consiguió salir de allí gracias al trabajo coordinado de la Policía y un grupo de religiosas. «Fueron los policías los que me hablaron de estas hermanas y de su proyecto». Al principio, «no me lo podría creer. No confiaba en nadie». Ella había estudiado en un colegio de monjas y no se las imaginaba involucradas en este mundo.

Poco a poco, «fui cogiendo confianza y pasé en el proyecto dos años». Ahora habla de las monjas y de su trabajo en estos términos: «Me parece genial su trabajo. Ayudan a muchísimas personas. Lo que han hecho conmigo ha sido increíble. Para mí, son mi segunda familia», asegura.

El agradecimiento es tan grande, que Luisa siempre manifestó su disposición a ayudar como voluntaria en lo que hiciera falta. Y eso es precisamente lo que hace, pero como trabajadora, no como voluntaria. «Acompaño a las chicas que han pasado por lo mismo. Les enseño lo que yo he aprendido».

Por todo ello, esta mujer mira su historia sin rencor. «Me hicieron cosas muy malas y llegué al extremo de no quererme, de no valorarme. Perdí toda la autoestima. Pero gracias a los cuidados de las monjas ahora puedo decir que soy feliz». Luisa reconoce que incluso «a veces agradezco todas las cosas malas que me han pasado porque me han permitido recibir todas las cosas buenas que tengo ahora», concluye Luisa, que invita a todos a «rezar por las víctimas de trata, a no juzgarlas, a valorarlas y a darles una segunda oportunidad».