«En las redes no podemos ser islas solitarias», asegura el secretario del Dicasterio para la Comunicación
El secretario del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede participa este viernes en Madrid con el cardenal Cobo en un encuentro de evangelizadores digitales
Ya pidió en la JMJ de Lisboa —en agosto de 2023— a los misioneros digitales de todo el mundo que vivan en comunión entre ellos y con sus obispos y el Papa. ¿Se está consiguiendo?
Estamos insertos en una época nueva de la Iglesia en cuanto que es nueva para el mundo; hay una cultura nueva, una realidad nueva. Lo primero que habría que destacar es que la Iglesia nunca tuvo miedo a la novedad, porque el Espíritu Santo siempre viene con cosas nuevas; si no, la Virgen María habría salido corriendo. La primera repuesta que dio María a la novedad fue «aquí estoy» y la segunda fue «vale, ahora explícame cómo va a ser esto». No pidió pruebas. Sino que preguntó cómo sería. En todas las épocas de la historia —cuando se descubrieron África, Asia o América, por ejemplo—, había cosas que se necesitaban entender. Y la Iglesia fue encontrando las maneras de responder a la voz de Espíritu.
¿La Iglesia ha encontrado ya la forma de responder a esta novedad?
Esta cultura nueva tiene sus pautas, sus claves, su lenguaje, sus tiempos, su dinámica, su gramática. Con la sabiduría de siempre, que viene del Espíritu, la Iglesia tiene que encontrar las claves para poder misionar en esta nueva cultura. Y subrayo misionar, porque aquí no se trata de hacer más de lo mismo, no se trata de digitalizar la pastoral —que está bien llevar la Misa, el rosario, las catequesis, las conferencias a lo digital—, pero eso no es hacer pastoral digital. Esta pastoral habla de misión, de ir a una realidad nueva para ofrecer un primer anuncio, descubrir el dolor y sanarlo con la Palabra y la presencia de Jesús.
Y eso va más allá de poner un post en Instagram.
Estamos hablando de ir a encontrar a la persona para anunciar una esperanza. Es en este proceso misionero donde la Iglesia, que es apostólica, tiene que actuar como lo hizo Jesús. Porque Él llama a todos a misionar, pero encarga a los apóstoles guiar a la Iglesia. Presidida por Pedro. Y aquí tenemos las pautas del qué hay que hacer y el cómo. Esto no quiere decir que todo tiene que ser como lo ya conocido, de la misma forma que siempre, porque siendo una realidad nueva hay que encontrar las maneras. Pero sí sabemos lo que está en el Evangelio, que todo tiene que caminar en la comunión apostólica. Y esto implica que los sucesores de los apóstoles entiendan la nueva situación para resolverla, y que los nuevos misioneros entiendan lo que es la Iglesia y la vivan como la quiso Jesús. No puede haber islas solitarias, es comunión y es cuerpo. Y por eso tenemos que descubrir todos juntos cómo hacerlo. Es el desafío de encontrarnos con una misión nueva del Espíritu. Que si la tuviéramos resuelta, no sería ni nueva ni del Espíritu.
Además, nos enfrentamos a no pocos desafíos. El algoritmo, los intereses personales, la lógica de las audiencias…
El primer desafío de todos es entender las propiedades de la cultura posmoderna. No nos encontramos con personas que están fuera de su cultura, sino que son personas hijas de su cultura. Hay que estudiar la antropología posmoderna para entender a los jóvenes de hoy. El segundo es la lógica propia de internet y los medios digitales. En redes la gente no sigue al cura porque es cura, sino por lo que dice y lo que vive. Esto me deslumbra y nos permite decir una cosa muy bonita: que este es el mejor tiempo para hacer una pastoral digital y una misión en cuanto a la Iglesia sinodal del Papa Francisco. La eclesiología sinodal nos pide un no al clericalismo y un sí a la santidad. El tercer desafío es que todo esto no surge ahora, sino que hay gente que lleva 20 años trabajando en ello y como Iglesia no nos dimos cuenta hasta ahora.
Y otro, la autorreferencialidad. Al menos en España, es común encontrar cuentas en redes que privilegian el personalismo, la conflictividad, el sensacionalismo y la disonancia del diálogo, y que crean burbujas de opinión entre afines. Lo que aumenta notablemente el número de seguidores.
Si tu predicación es buena no necesitas pelear, aunque sí ser claro. Se necesita claridad en los conceptos. Hay muchos ejemplos de gente que, sin necesidad de pelear, logra llegar a muchos. Lo que pasa es que algunos hacen uso de estos recursos porque se llega más rápido al nivel de seguidores deseado. Y ahí radica la diferencia entre influencers y misioneros. Unos buscan números y otros sanar heridas.
Pero existe el concepto de influencer católico.
Hay algunas personas que son misioneros digitales y sí, hay influencers católicos que lo hacen como profesionales pero guiados por los valores de la fe; hay categorías distintas. Nosotros hablamos de misioneros digitales, de la gente que lleva el mensaje de Jesús por internet para responder a una pregunta existencial y sanar una herida encontrando a la persona; estas son las dos claves del Papa Francisco.