Los seminaristas de la Copa Nacional de Seminarios «queremos evangelizar con fuerza»
«A todos nos ha enriquecido mucho ver que hay otros como tú y con tu mismo recorrido», dicen los organizadores. En la final, el seminario de Valencia ganó 3-1 al de Burgos
La final de la primera Copa Nacional de Seminarios de España acabó en remontada. Empezó marcando el equipo del Seminario San José, de Burgos, para llegar al final del partido con empate a uno. Ya en la prórroga, el seminario de Moncada (Valencia) se impuso por tres goles a uno en un partido que tuvo algún momento dramático.
«Sí es verdad que hubo tensión —reconoce entre risas Jaume Pastor, uno de los organizadores del campeonato junto a Ramón Cuenca y jugador del equipo de Valencia—. Hubo un penalti a nuestro favor y claro que lo reclamaron; es algo sano y normal, hay que pelear las cosas, pero luego todo se olvida al final del partido».
Más allá de la final, el broche de oro del campeonato vino más tarde: «Después de ducharnos tuvimos una hora santa que compartimos con el equipo de Burgos y con todo el público que vino al partido. Fue espectacular», dice Pastor.
Y al concluir, tuvieron juntos una cena benéfica en favor del seminario de Quito (Ecuador) y un encuentro en el que se podían hacer preguntas a los seminaristas y que duró hasta bien entrada la noche.
Así concluyeron cuatro días de convivencia en los que seminaristas de toda España pudieron escuchar también las enseñanzas de la madre Verónica Berzosa y del influencer padre Joaquín.
«Aparte de la dimensión deportiva, a cada uno nos ha enriquecido mucho ver que hay otros como tú y con tu mismo recorrido», dice el organizador de la iniciativa. Y reconoce en todos los participantes «la presencia del Espíritu Santo, que es el que da la comunión en la Iglesia».
Así, los seminaristas «queremos sacar adelante España, volver a evangelizar con fuerza. Y eso lo hemos compartido con gente que no hemos visto en nuestra vida», exclama Pastor, quien ya tiene en mente la celebración del próximo campeonato, «quizá dentro de dos años, porque lo poco gusta y lo mucho cansa», ríe.