Los regalos recibidos de Dios - Alfa y Omega

Los regalos recibidos de Dios

El Papa Francisco ha tomado como referencia de su pontificado a san Francisco de Asís, «el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la Creación». El santo italiano fue también un hombre valiente que salía a calles y plazas para llevar a todos —aun a riesgo de perder la vida— la alegría y la verdad del Evangelio. Sobre la labor evangelizadora de san Francisco habla el padre Fidel González, misionero comboniano, profesor de Historia de la Iglesia en las Universidades Urbaniana y Gregoriana, de Roma

Fidel González Fernández
San Francisco, ante el sultán de Egipto. Fra Angélico.

¿Cuál era el contexto cultural y eclesial en el que se desarrolló la vida de san Francisco de Asís?
En el siglo XIII, el mundo europeo asiste a cambios estructurales cada vez más profundos en la vida social, política y económica, con sus nuevas formas de comercio y de comunicación. Uno de estos fenómenos en el campo eclesial es el de los movimientos de las llamadas Órdenes mendicantes, en esta época en la que, en la Europa cristiana, crece el nivel económico de la población: hay quien se enriquece, y hay quien permanece en un estado de indigencia y de pobreza. En este contexto tan sumamente sufrido de cambio epocal, nacen en el seno de la Iglesia movimientos en búsqueda de una autenticidad evangélica. Nace en muchos también el deseo de una vuelta a formas de vida más de acuerdo con la antigua tradición cristiana, y por lo tanto con el Evangelio. Frente a la sociedad europea ya comprometida en un proceso de descristianización, en la Iglesia parecía que se había desgastado el ímpetu misionero de los antiguos monjes, como si fuera parte de una historia antigua.

Los carismas de Francisco y de Domingo de Guzmán son exactamente una respuesta tempestiva a estas necesidades. Son un don singular, imprevisible y misterioso de Dios a su Iglesia. Son milagros, intervenciones de Dios en la historia de los hombres a través de sus santos. Francisco no obra única y exclusivamente bajo el dictado de una moda generacional, o de un oportunismo social, sino bajo el hacer y decir de Dios.

Un aspecto fundamental en la experiencia carismática de Francisco es que una fraternidad eclesial como la suya está llamada a ser un icono de un Dios misericordioso. Es sintomático que el nuevo Papa Francisco, explicando el motivo de haber tomado su nombre, se refiera al aspecto más llamativo de la pobreza evangélica, pero también, y sobre todo, a este aspecto de la misericordia de Dios que el cristiano está llamado a manifestar continuamente. Además, aquí ahonda sus raíces la pasión misionera de Francisco y los suyos desde el primer momento: comunicar a los demás la gracia recibida.

¿Se podría indicar alguna característica que emerge, ya desde los primeros momentos, en esta actividad misionera del santo de Asís?
Junto con otros frailes mendicantes, como los dominicos, Francisco y sus franciscanos son el punto de partida de una nueva etapa misionera entre cristianos ya alejados u olvidadizos de su fe, y de gentes al margen de la fe cristiana en tierras lejanas. El mismo Francisco da ejemplo, cuando fue a hablar de Cristo al sultán de Egipto, y cuando envió algunos de sus primeros compañeros en tierra musulmana (Marruecos, Argelia y Túnez), donde muchos morirán como mártires. También los musulmanes eran hermanos a los que había que mostrar el camino de la salvación, aquella que sólo puede dar Jesucristo.

Francisco de Asís y sus primeros compañeros buscan vivir simple y literalmente las huellas de Cristo según el Evangelio. Por ello, la vida de Francisco y de sus hermanos quiso ser participación en su experiencia de pertenencia a Jesucristo, una especie de memoria de lo que ellos habían encontrado: comunicando simplemente aquella experiencia. Por ello comenzaron a recorrer pueblos y plazas contando lo que les había acontecido, relatando lo que el Evangelio narra. Francisco y sus compañeros comunicaban a la gente que encontraban los elementos más significativos de su experiencia cristiana: los regalos recibidos del Señor. Su modo de vivir y de relacionarse era ya el anuncio de la novedad evangélica. Su paso entre la gente suscitaba en los oyentes el deseo de escucharlos con alegría y de tener su doctrina como punto de referencia. Veían en aquellos frailes el mismo amor y caridad por la Humanidad que movió a san Pablo, empujándolo a un celo apostólico tan grande.

¿Qué podemos aprender de san Francisco, de cara a la nueva evangelización a la que nos ha llamado Benedicto XVI, o a la invitación que, desde que se ha presentado ante el mundo, nos hace su sucesor, el Papa Francisco?
Simplemente, volver a redescubrir el Evangelio con todas sus consecuencias. Es una invitación a la conversión, a cambiar nuestro estilo de vida, nuestros juicios sobre la misma, sobre el valor de las cosas; es una invitación a poner a Dios en su lugar, en el centro de todo, y a Cristo como corazón del mundo. Es decir, se trata de redescubrir sencillamente el Evangelio y transmitir tal experiencia de boca en boca, como escribía hace años el entonces cardenal Ratzinger: el secreto de la difusión del cristianismo no está ni en su organización ni en los medios espectaculares, sino en que la experiencia de Cristo en cada cristiano, sea el que sea su estado de vida, sea tan viva que se trasmita de boca en boca, casi por contagio.

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