Los pobres en el centro - Alfa y Omega

El Papa Francisco retomó ayer una afirmación acuñada por los antiguos Padres, según la cual los pobres son uno de los tesoros De la Iglesia. Los pobres son preciosos a los ojos de Dios, dijo el Papa, porque no se sostienen con sus propias fuerzas, necesitan alguien que los lleve de la mano. Frente a nuestra suficiencia habitual ellos nos recuerdan que el Evangelio sólo puede vivirse como mendigos que extienden sus manos hacia Dios.

Por tercera vez en la Jornada Mundial de los Pobres, instituida por Francisco, la sede de San Pedro ha visto a los necesitados de Roma convertidos en huéspedes de honor a los que el propio Papa ha querido servir. Lo ha hecho estando pacientemente en medio de ellos, mirándolos a los ojos, escuchando sus historias y compartiendo un almuerzo sobrio que, sin embargo, les habrá parecido propio de príncipes. En esta Jornada el Papa no ha querido hacer análisis ni estadísticas, ni proponer soluciones políticas (siempre necesarias) sino invitar a todos a mirar el rostro de los pobres. De ahí su invitación reiterada a gastar tiempo con ellos, a no pasar de largo, a establecer incluso una amistad que no espera gratificación, una relación que cambie nuestra forma de pensar y de estar en el mundo.

Antes del almuerzo en el Aula Pablo VI, Francisco les había invitado a participar en la Misa celebrada en la Basílica de San Pedro, donde miles de ellos y sus familias ocuparon los primeros bancos. Allí quiso dirigir su mensaje a una sociedad súper competitiva que ha perdido la conciencia de sus vínculos, para denunciar que en el afán de conquistarlo todo rápidamente, el que se queda atrás llega incluso a molestar. El Papa recordó a tantos ancianos, niños no nacidos, personas discapacitadas, inmigrantes, todos ellos considerados inútiles. Para la Iglesia, sin embargo, ellos deben estar en el centro: no solo para ayudarles, sino porque sirviéndolos «aprendemos los gustos de Jesús, comprendemos qué es lo que permanece y qué es lo que pasa».

Un signo perdurable de esta predilección del Papa por los más vulnerables es, desde esta tercera Jornada, el nuevo Centro de Acogida para personas sin hogar a poca distancia de la columnata de Bernini, gestionado por la Limosnería Apostólica y la Comunidad de Sant’Egidio. Un edificio de cuatro plantas donde podrán pasar la noche, desayunar y cenar; también dispondrán de salas para la lectura y actividades culturales, acompañados por voluntarios.

Como dijo Francisco al final de su homilía, «los pobres nos facilitan el acceso al cielo; por eso el sentido de la fe del Pueblo de Dios los ha visto como los porteros del cielo».